sábado, 2 de agosto de 2025

Perdón y olvido

 Ayer en la tarde me encontré en las afueras del edificio con dos personajes de mi adolescencia. Óscar Q y Freddy C. De risitas me saludaron y me preguntaron por alguna que otra cosa de ese pasado del que yo no olvido un ápice y del que fuimos tristes protagonistas. Veinte o veinticinco años han pasado desde la última vez que los vi. Recordaba a Óscar Q con su caminar desparpajado y su sonrisa clara, nos burlabamos de ese caminar descuidado y de sus  risitas por cualquier comentario: risitas por entender lo que no era y por la doble interpretación y por todo y aclaremos, a veces parecía poseído por un demonio simpático o con alguna tara genética porque siempre estaba riéndose. Lo ví viejo y cansado a pesar de esa sonrisa que, yo sabía, no era hipócrita. Siempre estuvo en su forma de ser y era su manera de jugar en esta vida, todo lo recibía entre sonrisas, imagino que al recibir una mala noticia, que sé yo: le quedan tres días de vida, se murió su padre o su madre o su hijo, soltaría una carcajada para decir ¡Qué le vamos a hacer! Entrené Judo con él y lo lesione tan fuertemente que decidió no volver a entrenar y me regaló su uniforme. Aún en el suelo con una lesión de columna se reía. Cuando me entregó su judogui se reía y anoche mismo los dos se reían como si el mundo se fuera a acabar. Freddy C. no era así, pero también tomaba el mundo por el lado amable, mientras yo hacía una ingeniería química él hacía de estudiante de las últimas cohortes de ingeniería mecánica. Sabía yo que estaba de profesor en alguna vereda de San Cristóbal, me confesó que se retiró en 2017 del magisterio "Renuncié porque me mamé" me explicó. Yo no le pregunté de qué, pero me dijo que si había vuelto a Aranjuez y yo le contesté que sí y continuó: "Yo no volví porque se murió mi papá y se murió mi mamá, si, el viejo Diofa y la vieja Isabel". Me preguntaron por "El Armero" y les respondí que hace mucho no hablaba con él y no quise alargarme contando la historia de la pelea con ese ex amigo. Le dije que yo no olvidaba, que el rencor me superaba y le dije que agradeciera el saludo porque él también me debía. En épocas de universidad le presté toda mi herramienta de torno, una bolsa con buriles de diferentes tamaños y con afilados  diversos, la cuchilla de corte, las fresas. Cuando se los pedí de vuelta en su sequedad me contestó: "Eso se lo robaron". No "venga cuanto vale yo le pago" si no "Eso se perdió". En los 90's fuimos a Bogotá a un congreso anarquista y yo recuperé varios libros sobre el tema. En Medellín me los pidió prestados y cuando se los reclamé me respondió: "ladrón que roba ladrón". Anoche me dijo que lo que yo le había prestado era un "burilcito y un manguito de sierra" con esas palabras lo dijo. ¿Y el libro? le pregunté para que contestara "de eso tampoco me acuerdo". Suficiente ilustración. Dos memorias maravillosas que perdonan y olvidan, no tienen rencor con el mundo, no se molestan por el pasado. Algo más tarde le comenté a Camilo el tema y me dijo que esa era la gente que vivía bien porque no se molestaban por nada y terminaban minimizando todo, hasta el escarnio más agreste. ¿Me desvivo en conclusiones? ¿Para qué? Yo padezco del mal del rencor, no olvido, no perdono. No estoy sano mentalmente porque toda mi vida he barajado en mi cabeza la venganza contra los que me han tratado con desprecio. La rabia contra el estado por sus mentiras, por sus excesos, por las hipocresías con el pueblo que orgulloso votó por él. El encono contra todo aquel que se impone escudándose en la ley: la policía, el guarda de tránsito, el político, el potentado. Ahora puedo replicar la frase aquella de Vargas Vila: "El odio también es una consagración..." Yo he aplicado mi vida al odio y no me importa que mañana no tenga una cara hipócrita para los demás. He dicho lo mío a tiempo. No asisto muertos porque todo el que se cruzó conmigo en la juventud me debe la falta de fe y los que se cruzan hoy no me importan. ¿Sufro? No, estoy feliz que en mi vida no existe el perdón ni el olvido.

PS: Ambas espinas me las saqué con Freddy. Dejó un libro de Cálculo de Leithold en custodia en el parche, Cuando me enteré que él lo había dejado y que era de la biblioteca me lo llevé a casa. Cuando fue a reclamarlo y a agradecer la guardada le respondí: "Ladrón que roba ladrón" y así recuperé mis libros de anarquismo que luego regalé a un verdadero anarquista. De la herramienta, asumo que mi desprecio en estos años y otras que le cobré caro se acercan a desagraviarme. Qué va, la gente sin memoria, perdona y olvida y le quedan ganas de seguir saludando...