domingo, 30 de marzo de 2014

La derrota

¿He adornado alguna vez mis escritos con florituras traídas de la selva? ¿Acaso he puesto en mis escritos el nácar espurio que explota con centelleantes iridiscencias? Yo no adorno mi lenguaje para decir lo que pienso. Mi proceso de pensamiento tiene un orden puro y está basado netamente en el raciocinio, nunca en el bagaje lírico que algunos llaman sentimiento. Yo sé que cuando se deja libre el pensamiento, este puede buscar libertades más allá de las acordadas. La esclavitud es un sino, de ella vivimos y morimos y no es por cuento que nuestra vida se opaca cada que mencionamos el nombre de la diosa sin quemar en su altar inciensos. Hemos vivido como esclavos y esclavos somos siempre de un hecho, de una idea, de un amigo; ¿qué ocurre cuando dejamos que esas esclavitudes mueran? ¿Nos hacemos más libres? ¿Morimos acaso? ¿Se resiente el universo por el descontento general?
La derrota tiene nombre de mujer, es mujer, de su seno mana llanto y lo bebemos sin compasión.
Nunca, a la muerte de nuestros sueños sigue la muerte de nuestra materia, cuando ha caído la razón de la vida no puede sino seguirla la muerte, aunque ésta no se presente en la forma conocida, la inacción es la muerte. Algunos gritaran de emoción, la emoción que sacude a las bestias, presas de un hondo fervor por la muerte del enemigo formidable, ya no habrá que pelear más, la guerra llega a su fin, salve vencidos nos cagamos en tu puta madre. Para otros, unos pocos, los más cercanos será una derrota, pero no demarcaran un punto como el antes y el después, será simplemente una acción más, o menos, en el arduo proceso de la vida. Para la generalidad del mundo, abandonar los sueños, no representa nada. ¿Qué importancia tiene la vida donde la muerte es la reina absoluta? ¿por qué ponerle un nombre a lo que me incita a levantarme cada día si es por ello que vivo y me levanto y como y me acuesto? ¿Sirve la vida de la montaña? ¿es qué acaso nacer, crecer, reproducirse si es posible y morir es la vida? No. Me niego a vivir sin sueños, a dejar este mundo sin haber logrado mis metas, nimias, pero metas. Mi sueño es cantar y gritar lo que sale de mis entrañas, mi sueño es que la muerte me encuentre en el fragor de la batalla y no en la indolencia de una alcoba. Se me pide compromisos, mi único compromiso es contra la inacción que nos mata lentamente. En la selva los leones no gimen por la muerte de un macho, no recelan la caída de una cría. Los muertos no nos preocupan, nos aterran los vivos que aún pueden levantarse en nuestra contra. Ay que diera yo por poder abandonar sin lágrimas este mundo de hipócritas, simplemente dejar de respirar, hacerme parte del universo sin que éste se percate siquiera de la más mínima esencia de mi organismo. Soy parte de la primera célula y como tal seré parte del universo hoy y siempre, el anonimato cósmico del que hablaba Donatien, La rebeldía innata de la que se jactaba Emile. Definitivamente no me voy, me quedo, hasta que sea hora de abandonarlos y me iré sin gracia, pero, definitivamente, no me iré sin haberles arañado las neuronas, sin haberlos sacudido, porque, en mi naturaleza no existe tal cosa como la inacción.

sábado, 22 de marzo de 2014

Soy ateo

Hay una gran diferencia entre ser ateo y profesar el ateísmo; deberíamos ser conscientes que aquellos que hacen la diferencia son precisamente los que siguen o profesan una religión, pero también resulta importante que los que tienen el concepto de aquella y la manía taxonómica impresa, respetaran el dudoso derecho a la ausencia -cuando digo dudoso me refiero a que ni la sociedad, ni la humanidad brindan un derecho específico más que el instaurado por el mismo hombre, si dicho hombre, hace respetar tal derecho- Este derecho de ausencia es el derecho a no ser catálogado sin la necesidad. Mirémoslo como una enfermedad. ¿Si tengo una afección cardíaca me diferencio de aquellos que no la tienen diciendo que son acardíacos? ¿O si tengo una enfermedad hipertensa me refiero a ellos como ahipertensos? La enfermedad sólo se define para los enfermos, quienes gozamos de buena salud mental no requerimos rótulos, es el enfermo quien requiere una prescripción: vaya a misa, crea en los santos y en las once mil vírgenes, vea fantasmas y ovnis -no tiene bastante con hablarle a seres imaginarios- pague diezmos; santíguese ante la maldad y no haga nada por destruirla o cambiarla; Llene sus canecas de agua bendita para que espante las brujas y los malos espíritus y hasta hágase lavatorios contra la mala suerte a la que lo sometió su adorado dios; (la maravilla de la sociedad religiosa es que se cree unos cuentos increíbles, eso del agua bendita es una payasada maravillosa: un ser humano, tan humano como es posible, traza cruces en el aire y voilá: bendita, ya mata patos sin bautizar y quema a los malaventurados hijos de satanás); arrodíllese ante el dolor del mundo, sufra por los pobres, rece, échese la bendición que sobre tres cruces la maldad no afecta (otra panacea de la religión basada en creencias pueriles, similar a cuando un niño tensa los dos índices para que el perro no defeque o cuando un mente captus toca madera o arroja sal sobre su hombro para contrarrestar la que ya regó o...) Tenga el altarcito en la casa a la virgen correspondiente y no se le olvide pegar unas estampitas de santos en la puerta para que los malos espíritus sepan con quien se mete; junte las palmas y rece el padrenuestro y el ángel de la guarda antes de acostarse; chamanice su discurso a los seres imaginarios, brinque y patalee, ellos escuchan mejor a los más apasionados...
No se apuren, aún me faltan los que a pesar de no tener una idea similar de dios profesan el ateísmo dando diezmos y respetando las demás religiones: independiente de su nombre, dicen, Jehovany, Alberto, Txus o Jotxe yo respeto las religiones y estoy en paz conmigo mismo. Patrañas, "en paz conmigo mismo" la religión se casa con la "verdad", Hasta el científico imbécil que ve a dios en el bigbang es una cucaracha religiosa y teísta que sólo hace daño a la ciencia. A falta de pan buenas son las peras y como no está por demás, los ateos, como dice Evaristo, ante esa sarta de sandeces, preferimos hacer el indio...papapapapa papapapa papapapa papapapa...
Está como dice el cristiano, el que es ateo hasta que necesita a dios y ahí me cito a mi mismo: "quiera dios que el tiempo que me queda de vida, poco o mucho, no tenga que acudir a él ni a sus rebaños...que a esos corrales no quiero entrar.
Claro es, no profeso el ateísmo, simplemente si me quieres definir soy ateo, tu dios me importa un palito cagadito y a como están las cosas preferiría hacerle un altar al dichoso palito y solicitarle, de manos cruzadas, que cague a mis enemigos y a mis amigos los deje libres de toda mancha.

miércoles, 19 de marzo de 2014

El juramento hipocrático

Traigo el juramento clásico que deben recitar, y espera uno que cumplir, todo profesional de la salud:
"Juro por Apolo, médico, por Esculapio, Higia y Panacea y pongo por testigos a todos los dioses y diosas, de que he de observar el siguiente juramento, que me obligo a cumplir en cuanto ofrezco, poniendo en tal empeño todas mis fuerzas y mi inteligencia.
Tributaré a mi maestro de Medicina el mismo respeto que a los autores de mis días, partiré con ellos mi fortuna y los socorreré si lo necesitaren; trataré a sus hijos como a mis hermanos y si quieren aprender la ciencia, se la enseñaré desinteresadamente y sin ningún género de recompensa.
Instruiré con preceptos, lecciones orales y demás modos de enseñanza a mis hijos, a los de mi maestro y a los discípulos que se me unan bajo el convenio y juramento que determine la ley médica, y a nadie más.
Estableceré el régimen de los enfermos de la manera que les sea más provechosa según mis facultades y a mi entender, evitando todo mal y toda injusticia. No accederé a pretensiones que busquen la administración de venenos, ni sugeriré a nadie cosa semejante; me abstendré de aplicar a las mujeres pesarios abortivos.
Pasaré mi vida y ejerceré mi profesión con inocencia y pureza. No ejecutaré la talla, dejando tal operación a los que se dedican a practicarla.
En cualquier casa donde entre, no llevaré otro objetivo que el bien de los enfermos; me libraré de cometer voluntariamente faltas injuriosas o acciones corruptoras y evitaré sobre todo la seducción de mujeres u hombres, libres o esclavos.
Guardaré secreto sobre lo que oiga y vea en la sociedad por razón de mi ejercicio y que no sea indispensable divulgar, sea o no del dominio de mi profesión, considerando como un deber el ser discreto en tales casos.
Si observo con fidelidad este juramento, séame concedido gozar felizmente mi vida y mi profesión, honrado siempre entre los hombres; si lo quebranto y soy perjuro, caiga sobre mí la suerte contraria."

Conclusión, la tan anhelada profesión de la salud no existe, no conozco a nadie que cumpla con estos requisitos éticos.

El problema de autorecetarse

A las puertas del siglo XXI...perdón ya despidiéndonos de las puertas del siglo XXI, los especialistas hacen su agosto. Hoy día cada enfermedad tiene su gurú, hasta para un granito está el médico especializado en drenarlos o borrarlos del mapa con láser. Si se quiere hacer una mascarilla o una lipo lo mejor es que vaya donde un esteticista o cirujano ortopédico que le diagnosticará o hará el milagro que necesita. Si es cáncer está el oncólogo, pero no se le olvide que ya hay especialistas en cánceres de uno u otro tipo que cobran más y son más escasos. En fin, no era el caso, lo que si sé es que los médicos de hoy se especializaron en mandar una única droga, panacea que no conoció Hipócrates, pero que más de un charlatán de siglos posteriores haría su agosto con alguna triquiñuela de aquellas que curan todo, el nous, las espurias tortas de mercurio que le daban al poderoso emperador amarillo que eran para hacerlo inmortal y que si no ando mal fueron las que terminaron inmortalizándolo. Los troquistas que usaban de algún mejunje, ya con oro disuelto o con el secreto de la piedra filosofal que todo lo curaba, el curalotodos del doctor Saltabancos Farándula. Sin más, nos aleccionan sobre lo importante que es no auto recetarnos, ni permitir que otros Asaltabancos lo hagan por menos dinero que ellos. La tan dichosa y codiciada droga no es nada más y nada menos que el popularísimo Ibuprofeno. Usted tranquilo, vaya al médico, cualquier cosa que tenga se cura con esa droguita. Dolor de cabeza: ibuprofeno; cáncer de colón: ibuprofeno; psicosis: ibuprofeno; Depresión crónica: ibuprofeno; Mal de kuru: ibuprofeno; Alzheimer: ibuprofeno; sangrado rectal: ibuprofeno... Algunos llegan a ser un poco más reservados y cuando ven al paciente un poco leído o atacando desde que llega: " a mi no me vaya a mandar ibuprofeno" entonces le mandan otras drogas como actron, algiasol o butartrol; dolonase finagrip, midol o multidol, niofen, pironal, triofeno. El paciente se va feliz porque el médico le hizo caso, pero sólo hasta el momento que mira en la cajita que el compuesto que le mandaron era 130 veces más caro que el ibuprofeno, pero el componente activo es el mismo. ¿A qué se va al médico? ¿A que le diga que está enfermo y que tome ibuprofeno o que está exagerando y que eso lo cura el ibuprofeno? ¿Quiere ser médico? recete ibuprofeno a todo el que le haga una consulta y san se acabó. El único problema de autorecetarse es que no falta que nuestro insigne y glorioso sistema de normas, lo demande por automedicarse o imponga una ley que prohíba creerse galeno.