Esperaría uno que hubiesen cosas más importantes de que escribir que de banalidades como los festivales de rock. Y lo hay, el paro de maestros: situación grave y extrema que se resuelve muy pronto con unos pesos por debajo a las directivas sindicales y la sensación profesoral de que hicieron una gran revuelta y de que "todos ganamos". La revuelta en Buenaventura se levanta con promesas de "reparaciones" y algo de fuerza policial. Kim Jong Un, seguirá probando armas en el mar de china hasta que a alguien le de por retarlo en serio y él se defenderá, a menos que tanto misil extraviado no sea sino alharaca y guerra psicológica. Macron no será la salvación de Francia y Le Pen tampoco la iba a salvar. Trump continuará con su mandato de locura; de la temporada invernal que esta semana cedió; de los ataques de un Maduro -no debería meterme con él, pero que presidente más malo, cínico, bruto y marrullero, en él sólo reconozco el fanatismo bolivariano y el deseo de poder- pero, mal que bien, la tierra no desfallecerá mientras tanto. Gaía le sobrevivirá a los hombres. Pero esas cosas, aunque no me son ajenas, me llenan de tedio intelectual. Prefiero volver al ataque contra los aperos trogloditas. No quiero volver mi columna un campo de batalla, pero no creo que quienes publican esas cosas sepan hacía donde van o sólo están buscando enredar desde el título y me refiero a la publicación "El rock, contra la tiranía del gusto popular" que recientemente añadí en "el muro". No es el rock contra los gustos de nadie y mucho menos el "popular" porque los festivales de rock no llevan a las bandas del "gusto popular" llevan las bandas que amablemente -el efecto radio, una de las maravillas del sistema mediático- se convertirán en "el gusto popular" por cuestiones armónicas de "necesidad refleja de seguir" y "necesidad angustiosa de pertenecer a un grupo". Los organizadores, e incluso los interesados en la cultura, insertan una capa solapada de eficiencia, de buen aporte cultural, de nivelación rockera, de imparcialidad electoral, de buenos manejos, de aprovechamiento de los recursos. Realidad muy diferente a la que planteamos, y he planteado en muchos artículos. NO CREO, es lema personal y mi lente avizor, se centra en el poder "Que caiga lo que apeste a poder" Si el rock pacta con el poder, si el rock hace una tregua con los círculos viciosos que critíca, si el rock se alía con el sistema, ¿Dónde queda el rock? ¿Lo duro? ¿Lo libre? ¿El anarquismo? y, a todas estas, ¿Cuál es el gusto popular?
Que se puede hacer un pacto por la cultura, no lo dudo y quien pacte pasa a la historia y al festival y lo podrá poner en su hoja de vida y en años crecerá su pasión recordando como fue de buen rockero con esa masiva asistencia a tanto festival y olvidando los ideales admitidos. ¿Yo me inventé esos ideales? Lo dudo. ¿Me los creí? eso tiene una probabilidad muy alta. ¿Los respeto? siempre. A costa de leer a Vargas Vila y a Camüs; A Nietzsche y a Cioran a Vallejo y a Pessoa, de oír a Evaristo y a Jello y porque no Facundo y a Silvio, se me clavó la idea de lo absurdo, que no me aguanto que nadie me pise sin gritar y defenderme. Que mi actuar y mis posiciones son belicosas y desadaptadas, que soy un contestatario, eso es fruto de la experiencia con el estado, la política y los festivales rockeros, a más de ser también una situación de cavilación, que me permite comparar y enjuiciar, pero siempre en los términos asignados por Aristóteles. No en los de ciencia, que aunque la adoro es tan mal aceptada y tan falsamente utilizada, no en los de religión, que aunque parece lo mío una religión, está bien alejada de dioses y dogmas, lo mío es mí opinión, que se le respete o no, está en veremos, pero la mía, está avalada por años de historia viendo lo mismo que exhibo: El rock contra el poder y la tiranía, y, debo decir, que si el pueblo tiene gustos de tirano, también estoy contra el pueblo.
Que se puede hacer un pacto por la cultura, no lo dudo y quien pacte pasa a la historia y al festival y lo podrá poner en su hoja de vida y en años crecerá su pasión recordando como fue de buen rockero con esa masiva asistencia a tanto festival y olvidando los ideales admitidos. ¿Yo me inventé esos ideales? Lo dudo. ¿Me los creí? eso tiene una probabilidad muy alta. ¿Los respeto? siempre. A costa de leer a Vargas Vila y a Camüs; A Nietzsche y a Cioran a Vallejo y a Pessoa, de oír a Evaristo y a Jello y porque no Facundo y a Silvio, se me clavó la idea de lo absurdo, que no me aguanto que nadie me pise sin gritar y defenderme. Que mi actuar y mis posiciones son belicosas y desadaptadas, que soy un contestatario, eso es fruto de la experiencia con el estado, la política y los festivales rockeros, a más de ser también una situación de cavilación, que me permite comparar y enjuiciar, pero siempre en los términos asignados por Aristóteles. No en los de ciencia, que aunque la adoro es tan mal aceptada y tan falsamente utilizada, no en los de religión, que aunque parece lo mío una religión, está bien alejada de dioses y dogmas, lo mío es mí opinión, que se le respete o no, está en veremos, pero la mía, está avalada por años de historia viendo lo mismo que exhibo: El rock contra el poder y la tiranía, y, debo decir, que si el pueblo tiene gustos de tirano, también estoy contra el pueblo.