He aquí que llega un mensajero a traer malas nuevas y siniestras dictadas por todos los designios humanos y por todas las cosas del derredor. Lo obvio será expuesto y el sinsabor no quedará porque del presagio la humanidad sólo toma lo bueno y esquiva lo malo. Advertí que es desesperanza lo que traigo, no es infalibilidad, ni es infalible mi disangelio, no tiene porque llegar a los tocados de la gracia divina que esperan el juicio final en algún purgatorio o en un oscuro círculo infernal, no alcanzará almas piadosas y es seguro que en su forma final sólo acierte a encontrar a una o dos almas cansadas del mundo y sus monerías que concuerden con las inapreciadas observaciones del investigador y con el infalible resultado que del experimento y la observación surgen como una teoría. Absurda y cruenta si se presenta sin más, fría y tajante, pero no rechazable por la misma ciencia y si, acaso, por personajes sujetos a ritos y creencias o a libros guía con interpretaciones hechas por sacerdotes y filósofos antiguos. El Talmud no es un libro sagrado sino para aquel que lo siente así y es mi primera verdad: no existen los libros sagrados dictados por dioses, ángeles o soñados y vistos por discípulos de un dios. ¿Me acerco a la demostración? No. ─nadie puede demostrar la escritura de dios y más fácil es refutarla─ ¿Quién puede hoy más que repetir lo que otros le dicen y creer que tal cosa se escribió o lo dictó un dios? Si así fue ¿cómo es que varias religiones se adjudican el tener al dios real que sí es válido y que sí dictó a su profeta la verdad? Modus ponendo tollens, existe un dios único y muchas escrituras dejadas por dioses diversos es una contradicción a ojos vistos. O hay más dioses de los esperados o las escrituras no fueron dictadas por un dios único y omnipotente capaz de fulminar a rayos a los demás dioses impostores. Creer hoy, es una aberración y los dioses no han enviado respuestas por sus oráculos y si las han enviado ha sido sólo de palabra, pues las demostraciones no llegan a la altura de un dios. Huelga decirlo, pero la necesidad de creer no es la cosa más fascinante que tiene el ser humano sino el imperativo de preferir las cosas más absurdas y creerlas a pies juntillos y, hundido en el mar de la comprobación, prefiere ahogarse a aceptar que está equivocado. Ponga por caso que damos a elegir a un puñado de gentes entre observar un programa sobre el Big Bang y una novela; ofrecemos la "Invasión a Polonia" contra "Historias de ultratumba"; "El viaje del Apollo XI" contra "Kilos mortales"; "Somos animales" contra "Catástrofes aéreas"; "El número áureo" contra "Las ventajas de ser bueno"... ¿Ponendo ponens? Sí. Si P entonces Q y además P, entonces Q. La mayoría elige la segunda opción porque pensar y saber no es atractivo, una de ellas exige sinapsis y capacidad crítica, matemática y demostraciones. La otra le ofrece al cerebro incauto, pueril y sin ambiciones carne molida y masticada y pensada para mantener el cerebro en desuso. Se ofrece como holocausto como a aquellos que asistían al coliseo romano para ver un espectáculo de sangre; como calmante, ¿quién no quiere ver lo que sufren otros para saberse salvo? ¿cuántos hay que buscan explicaciones fantasmales apoyadas en tecnología para asegurar que existe otro mundo? Ay, como les oigo decir: "lo dijeron en un canal de ciencia" "usaron micrófonos sub sónicos y lectores infrarrojos, osciloscopios y espectroscopios y los fantasmas se dejaron sentir"... se engañan con el rating y la masa se acoge al veredicto de la masa. La gente prefiere la noticia incendiaria de que "un asteroide destruirá a la tierra" y apegarse a la virgen de Chiquinquirá y jurar que es una noticia de NASA antes que analizar la inevitabilidad de tal evento: todos los días chocan asteroides con la tierra y tarde o temprano uno grande vendrá, sólo es cuestión de tiempo. Ahora, que mañana o el tres de octubre se estrellará uno que tiene tintes de apocalíptico es cuestionable sino improbable ─tal improbabilidad se desprende de las fuentes, de las masas hebetadas que preguntan por la realidad y de los infames que repiten lo que salió en el diario amarillista interpretado para desalojar la edición en un respiro. Asumen que 300 metros son mortales y no han oído hablar de un trozo del Baptistina que medía unas 40 veces más y que impactó la tierra hace 65 millones de años ─este es un cálculo de volumen comparativo 14'130.000 metros cúbicos contra 696.556'666.667 y, que se sepa, no ha sido la peor catástrofe que ha soportado la tierra─ Tampoco recuerdo que mencionen datos de NEO o más triste aún, de los que buscan inteligencia extraterrestre con presupuesto ilimitado de creyentes SETI, que son los que algo saben del asunto de los objetos cercanos a la tierra con capacidad destructiva. En fin, creer es una ocupación humana y apesta lo que crea el vulgo, apesta lo que dice el vulgo y en general son tan amantes de la fantasía y el deseo que terminan en países con presidentes cacrecos que ven y oyen pajaritos que les susurran verdades y a los que basta mencionarles la ira divina o la lección de dios para que voten por ellos... Resumen: a la humanidad le encanta vivir engañada y es mejor el soporífero de "me engañaron en mi buena fe" que "analicemos con cabeza fría y los restos de la historia". Un niño prefiere un cuento de hadas donde el bien venza y se coman perdices a la realidad escueta de los campos de concentración españoles y americanos donde se destruyó la vida nativa. ¿qué tenemos en las calles? ¿quienes eligen en este país? Cierto, la respuesta es escabrosa... Y, ¿qué puede pedirse de un país cuyas preferencias y amalgamamiento tiende a la mentalidad infantil? ¿Entienden ustedes la desesperanza?
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