Dice una leyenda que a un hombre que quiso ser profeta, arúspice y quiromántico, le enredaron la lengua y lo único que pudo saber con precisión fue el día de su muerte. Nada raro es que los dioses, en vez de premiar castiguen como se castigó a la hermanastra de Paris a conocer el futuro pero a tener la mala intriga de que nadie le creyera o la de Tiresias que para ver el futuro perdió el don de ver el presente y otros tantos que no vienen a mi caso de hoy. Saber el día de la muerte propia es bastante improbable, a menos que, bajo una decisión, determine acabar con ella por mano propia, pero barajamos acá esa hipótesis malhadada de saberlo a ciencia cierta y las consecuencias o desfavores. No siendo una situación científica podríamos tratar de hacer con ella una matriz DOFA tipo ciencias inexactas, pero en serio esas cosas me dan escalofríos. Miremos que se gana el tipo promedio sabiendo el día de la muerte: nada. La certeza de un hecho lo desarma para vivir. Si cada uno de nosotros llevara la fecha de caducidad impresa, sería fatal a nuestros planes de conquistar el mundo y a la dirección que habrá de dársele a esos días restantes, que si me lo permiten, siempre serán pocos y no inyectarán en el torrente sanguíneo, deseos de sobresalir, adquirir, engendrar o ser propietario o jefe de algo; quedándonos 30 ó 40 años de vida, trataría por algún medio de hacer algo con esos años, pero sin dudar que la misma perspectiva de la muerte que no poseemos es la que nos pone a soñar como idiotas en comprar casa, tener vehículo o adquirir algo por el bien del capitalismo. Todos sabemos que vamos a morir, pero no caemos en cuenta de esa condición de la vida hasta no tenerla allí presente. ¿Acaso a eso no se debe la tristeza real de los funerales? Lo cierto es que si sé cuanto tiempo me queda de vida y es bien poco, 5 o 10 años, ¿Qué carajo hace uno con ese conocimiento? ¿Desbocarse en una alocada carrera contra la vida misma? licor, drogas, mujeres, excesos hasta el hartazgo o por el contrario ¿el ascetismo, la moderación y el recato? ¿violencia, robo, asesinato? Particularmente la religión que embrutece a la humanidad es la que le da fuerza y fe e impone un código de conducta moral, esperanza de pasar la eternidad en paraísos fiscales inexistentes y premios para después de la fecha límite. Yo no padezco ese cáncer y el hartazgo de placeres no tiene una mejor perspectiva, no me interesa si les dejo o no un legado o un mundo a mis deudos; no tengo intenciones de dejar en puestos públicos a mis hijos o donarles un terreno o casa para que la tierra les sea leve cuando yo no esté; no pienso dejar sino cuentas por pagar, impuestos, partes y comparendos. A la música no le hice un favor y supongo que después de que me vaya quedarán algunas inéditas que otros aprovecharán o harán conocer, pero esas las hago para mí al igual que mis libros. Los orgullos vacíos de qué "mi papá o mi abuelo hizo tal o cuál" es más bobo que los demás orgullos: patrio, religioso y patronímico. Pero si sé que mi muerte será en una fecha determinada, puedo retar a pelear a Mike Tyson o tratar de romper récords de velocidad, de salto o de acrobacias, total sé la fecha de mi muerte, aunque saberla no implique que no pueda pasar en un hospital el resto de esa vida sabida con terribles quemaduras y entre terribles dolores. Saber la fecha de la muerte no es posible y no podemos escapar a ella, no en el sentido del mercader aquel que huye de la muerte para encontrarla a miles de kilómetros de distancia, no, es la inevitabilidad de ella la que es una certeza, no el lugar o la hora y es tal inevitabilidad de la que vivimos como enajenados. Nadie tiene la mañana comprada y morir es tan simple como eso, perder el aliento, deexistir, adquirir el equilibrio completo, químicamente hablando. ¿Qué haría yo, pues, si supiera la fecha exacta de mi muerte con hora incluida? No dudo que sufriría las etapas del duelo de Kubler Ross y llegaría hasta la depresión, porque aceptar la muerte no es humano, ni animal. Es saber que la existencia se termina totalmente lo que nos subyuga, por eso se inventan esas patrañas divinas de cielos y paraísos. He de ser sincero, me agobiaría bastante conocer esa fecha, pero hace muchos días que pienso que ya es bastante lo que he vivido, no mucho, sólo bastante y que ya no tengo mucho más por hacer, no por que lo haya hecho todo, nunca, me faltan millones de cosas por hacer, pero ya nada me llama la atención, he de suponer que cuando no estamos dispuestos a dar más batalla, ocurre lo de aquella hermosa canción repetido hasta el cansancio: "Tu tiempo se acabó". Ya no tengo más batallas que perder y no me interesan las batallas de los demás, no acaricio la idea de viajar por placer, encuentro un mundo vacío y complicado con aspiraciones completamente mundanas que no dan regocijo: ¿A que siniestro le importa cuántas propiedades deja o cuánto dinero tenías en la cuenta? ¿Que importa que yo haya descrito la teoría de los círculos o que haya escrito miles de páginas para la historia? ¿Qué malditada cosa es esa de que te recuerden después de muerto que no vale un escrúpulo de cobre? ¿Para qué sirve o sirvió dejar descendencia, hijos, nietos? A mí ya no me sirve saber que día voy a morir, estoy muerto, soy un desahuciado y sólo requiero esa constancia estúpida que llaman certificado de defunción, hace días que debería cargarlo para identificarme y si lo que quieren es que adelante mi partida, tampoco tengo nada que decir, sólo déjenme terminar con esto ¿Dónde tengo que firmar?
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