domingo, 20 de marzo de 2022

Música como terapia

 Se le ocurre a un profesor de Educación Física entrar con el comentario, que leía de la red, de que la música es una terapia suficiente para curar enfermedades. Seguro que no se refirió a enfermedades del alma porque leyó a Shubert contra el estreñimiento y a Mozart contra la depresión. Se la ganan ambos. La música no cura absolutamente nada y espero que a nadie se le ocurra que a punta de canciones se curará el cáncer o el alzheimer. Que la música es terapia queda en los anales de las propiedades psíquicas como aquello de que la luna enloquece o de que los colores son calmantes o relajantes. Un análisis simple concuerda con la generalidad, pero, son irrelevantes a la hora misma de la cura. No hay pues la cura de una enfermedad aunque pueda existir la musicoterapia, la odoroterapia y la orinoterapia, que para nada son maneras científicas de tratar enfermedades. El caso es que si hay música que da mucha rabia y música que saca de quicio, que acelera y golpea, música que despierta y abofetea y música que saca lágrimas y deprime. Para la que da rabia no es sino ponerse o escuchar obligado ese golpeteo tan terrible de ciertos ritmos que hoy son moda patria y consumo superlativo. Lo que escucha el conductor del taxi, el del bus o el albañil y hasta uno que otro profesor de escuela. Existe la música que reivindica porque dice lo que no somos capaces de expresar y es ahí donde un ente turibulario dice: "Esa es mi canción". El cariño y el amor son las madres de estos cacos plagiarios que rivalizan con el autor interpretando a boca jarro el contenido y acomodándolo a su antojo para que resuma sus vidas amorosas. Claro que dije que las canciones de amor son un compendio de patologías amorosas que la adolescencia eterna, por lo menos la mental, les obliga a convertir en himnos de batallas perdidas y de añoranzas pueriles. Existe música de batalla, que para nada se diferencia de la anterior, aunque la intención sea más o menos loable ─revísese por favor, mi música para las marchas─ dependiendo de lo que piense el protagonista. Es verdad que hay música que te hace erizar y que te envía oleadas de impulsos. No puedo dejar de pensar que la música activa procesos de memoria y que libera hormonas del placer por evocación. La canción más mala del planeta, si la escuchaste en cierta etapa de tu juventud, te llevará de nuevo a esos momentos y por ello la disfrutas, aunque la lógica la rompa a golpes. No dudo que eso pase con muchas bandas legendarias y con cada época, sobre todo desde que Alba Edison inventara el cono grabador reproductor de cera y la música empezara a adquirir estatus de colección. Decir que Garrik se curará de su tedio escuchando los "Blue Man group" o los "Meros recochans boys" o escuchando "Cierta historia de amor" de Silvio es una falacia completa, pero no dudo que a los amantes de Star Wars les levante el alma oír la obertura de la saga al igual que a los amantes de "Tiburon" su tema central o a los que adoran la de "El señor de los anillos o la de "Rocky". La estupidez no puede curarse oyendo a Shakira ni a los Le Luthiers y no se es más inteligente por escuchar a Facundo o a Larralde. Los obreros que se consideran tan aptos por que sus letras son impresionantemente críticas, se van de sieso porque no entienden lo que quiere decir Daniel con su "Rey rojo" y sus "vacas despavoridas" o se asustan de no captar la "chorizada del plutonio" y "la piedra del costo que se nos perdió" de Evaristo. Los oligarcas que se sienten tan profundos e intelectuales por escuchar a Shubbert o a Rajmáninov no curan ni el ego con sus colecciones absurdas e imposibles de escuchar y la nobleza no hace curso de salvación por tener en sus mecenazgos a Mozart o a Liszt, tal cual la iglesia no deja de ser una aberración aunque se jacte de ayudar en el mundo a los pobres, a los niños y a los desamparados, porque nigún precio del mundo y ninguna música del mundo cura el remordimiento y la desazón, aunque pueda encubrirla. 

PS: Yo no dudo que creacionistas apliquen sus oídos a escuchar música cristiana para sanar alma y cuerpo y que tal vez, mientras se agoniza en un hospital, una marcha fúnebre acelere el paso. Pero me apego a que Mozart no cura el cáncer y Beethoven no ayuda a la gastritis y aclaro que todo regueton abusivo de sus parlantes me descompone el día.

PS: ¿Alguno podría preguntar a DeLarge porque escuchaba música clásica mientras hacía de las suyas? ¿sabe alguien el género musical que Dammer escuchaba mientras consumía a sus víctimas? ¿No fue Gaicy un fanático de la música y el baile? la pobre música puede tener culpas, pero la más abyecta es la de no reflejar la cultura de su clase.

sábado, 12 de marzo de 2022

Leche deslactosada

 Con creces los productos superan hoy la necesidad promedio, una búsqueda por internet puede mostrarnos la asombrosa cantidad de objetos a la venta y que por tanto han sido creados para el consumo humano, ya que se trate de comérselos o usarlos: una alarma, un destornillador, una navaja, un lápiz labial, una crema de manos, un perfume... Y aún no es de lo que se me ocurre hablar hoy, porque no contentos con la posibilidad de comprar o adquirir por otros medios tal o cual producto, solicitamos a gritos que nos den lo que otros tienen, aunque no sea más que la envoltura de lo que el otro tiene. Para el ejemplo la leche deslactosada, el café descafeinado y la cerveza sin alcohol. Quisiera agregar que estos productos buscan impactar en personas que se consideren saludables o que ya les afecte el producto original por alguna razón o que quieran, consumiendo los mismos productos, no padecer de ciertos efectos adversos que podrían o no llegar a ser un problema con el consumo del mismo. La ciencia no anda detrás de esta impresión que tengo sobre la adicción al café del que toma un café que no contiene cafeína o el que reemplaza la leche pura con leches tratadas para disminuir su grasa o convertir sus azúcares y, obvio, no puede haber una adicción al alcohol cuando lo que se consume es libre de alcohol. Quisiera añadir no sé que resquemor frente a estos productos pero se asemejan a otros en los que no se justifica la conversión del producto mismo en uno completamente nuevo con apariencias de tal. No dudo que la ciencia pueda retirar el alcohol de la bebida y la grasa de la leche pero no faltan los inescrupulosos que ponen esas etiquetas a productos sin esas malversaciones, simplemente porque se puede y se captan nuevos adeptos, que son sólo una parte de los adictos. Piensen por ejemplo en el cigarrillo sin nicotina o en la marihuana sin THC, en las varitas de incienso sin olor o en las navajas sin filo... Eso es lo que me molesta, la creación de un producto completamente nuevo con finalidades completamente nuevas que se siguen usando o se recomiendan por nutríologos de dudosa índole y que aseguran que sus beneficios son similares sin sus efectos secundarios. Malinterpretando toda esa ciencia detrás de la extracción de un compuesto que se considera perjudicial para que aquellos que aún deseen consumir el producto, puedan hacerlo sin remordimiento o sin riesgos, debería decir que no es tanta la candela para darles estatus de lo que se precian ser. ¿Para qué sirve el cafe sin cafeína? Tomen agua o agua con tinta si lo que quieren es parecer cultos en sus reuniones. ¿Para que sirve la cerveza sin alcohol? si no pretenden conseguir los beneficios y debilidades del alcohol declárense abstemios o disimulen con una botella de orina. Si la leche les hace daño no la tomen y reemplácenla con otros productos que posean las propiedades requeridas sin que tenga que ser leche propiamente dicha. ¿Se imaginan ustedes el impacto de un confite sin azúcar para los niños? ¿De una carne sin fibra animal? ¿De una sepa de marihuana que no trabe? ¿O de un asado con carne magra? A mí me suena como una lavadora que no lava, o un jabón que no disuelva la grasa. La prohibición, el fanatismo y las contras de cada cosa, si vienen con la cosa, son bienvenidos, aunque suene bastante prometedor un cigarrillo que no te dañe los pulmones y una bebida embriagante que no te embriague. No puedo dejar de pensar que tales cosas son útiles en el área de los placebos aunque tenga acérrimos defensores y bastante ciencia detrás, pero como siempre concluyo que son los pensamientos de un lego en la materia y aun así, me opongo a una canción de rock a la que le sustrajeron su potencia crítica para reemplazarla por una letra con referencias a la biblia o al amor.

PS: Yo no he querido burlarme, es lo que pienso: ¿ya probaron Cocacola sin azúcar? Seguramente conseguirá adeptos y ¿Qué tal los vapeadores? humo sin cigarrillo, un lujo que ha vendido millones entre los adolescentes y hasta en adultos con intenciones de vivir más allá de sus límites. Té sin teína podría funcionar y aguapanela sin panela, lo mismo que encendedores sin combustible, lapiceros sin tinta y guitarras sin cuerdas.

sábado, 5 de marzo de 2022

Nada como el igual

 Hace unos días hablaba con JC de ciertas personas que deben estar orgullosas de lo que han logrado, no se trata de que vaya a hablar aquí de programación neurolingüistica o que me vaya a dedicar a hablar de superación personal, pero con él estuve de acuerdo en que bastaba levantarse y decir "yo soy James Hetfield" o simplemente "yo soy Pacheco" que aunque ya muerto tuvo una vida impresionante para sentir orgullo instantáneo. Yo quedé pensando pero no me ahorré discursos y le expresé algunos ejemplos "yo soy Evaristo Páramos" o "yo soy Lemmy Kilmister". "Yo soy Jackie Chan" o "Yo soy Arnold Schwarzenegguer" para hacerle notar que ciertas personas pudieran estar orgullosas de lo que han hecho en sus vidas, pero que ese orgullo no podía ser más que el fruto de la conciencia de creer que se había hecho más de la cuenta o que se estaba satisfecho con ciertas partes de sus vidas o por lo menos en lo referente a haber hecho parte de una línea de referencia en cuanto a un arte o un descubrimiento o un estilo o como modelo social de algunos seres humanos, pero a la luz de la verdad cualquiera de ellos que lo dijera no pasaba de ser un engreído y que todo partía más de nuestras ilusiones y deseos. Debe ser una cosa pesada levantarse diciendo "yo soy Jesús de Nazareth" o "yo soy Sidharta Gautama". ¿Se imaginan poder decir "yo soy Albert Eisntein" o "yo soy Isaac Newton" y más: "yo soy Nicolás Copérnico" o "yo soy Galileo Galilei". Debo hacer notar que esas personalidades que admiramos no son más que referentes personales en cuanto a lo que quisieramos ser que ya no hemos podido o que ya no pudimos ser y que revela gran frustración y pesimismo porque en el mismo orden de ideas pudiera decir "yo soy Bill Gates" o "yo soy Jeff Bezos" por codicia de dinero o genialidad para conseguirlo o por codicia de belleza "yo soy Bradley Cooper" o "yo soy Chris Hemsworth" o por codicia ajena de ser las esposas de tales "yo soy Elsa Pataky" o "yo soy  Jenifer Esposito". No faltará quien tenga en su haber héroes de otras magnitudes y quiera escuchar "yo soy Pablo Escobar" o "yo soy Joaquín Guzmán" y los que se levantan para proclamar que como se sentirá decir "yo soy Jeffrey Dahmer" o "yo soy Alfredo Garavito" y alguno más sangriento sentirá en lo más profundo de su corazón como sus héroes madrugaban para proclamar "yo soy Vlad Tepes" o "yo soy Erzsébeth Bathory". No quiero alejarme demasiado de la disertación y no sé si sentirme ridículo por decir lo que muchos gritan al viento "qué bueno poderse levantar mañana y decir "yo soy Maluma" o "yo soy J Balvín"". ¿Duda alguno que habrá humanos que se levanten añorando poder decir "yo soy Iván Duque" o "yo soy Marta Lucía Ramírez"? !Se cae bajo¡ ¿Cuántos miles de burgomaestres de Colombia se levantan hoy para proclamar y henchirse el pecho con "yo soy el alcalde" o "yo soy el secretario de educación" o de lo que maldita sea? Obtenemos pues un conjunto arbitrario de personalidades y quien admira el teatro y la mímica podrá decir que hubiese dado la vida por levantarse en los zapatos de Marcel Marceau o de Charles Chaplin" y quien a escritos se remite en capacidad, potencia, fuerza explosiva o método dirá que se decanta y muere por Vargas Vila o Camüs, por Balzac o Nietzsche. Es deprimente querer estar en los zapatos de Roberto Gómez Bolaños o de Carlos Villagrán, pero habrá simios humanos que se decanten por tales personajes y darían todo por repetirlo en sus labios una mañana, incluso para no ir demasiado lejos y mentir ¿cuántas personas se levantan con los deseos de poder decir con sus labios "yo soy Lionel Messi" o la mujer de Lionel Messi; "yo soy Carlos Gardel"; "yo soy Walther Mercado"; "yo soy Matahari"... Creo que hay suficiente ilustración. Deseamos mucho y envidiamos a muchos otros por tal ocual razón y nos da pena levantarnos a decir nuestro nombre por lo que somos o hemos logrado, despreciamos nuestro yo interno y externo, no somos felices conviviendo con nuestras derrotas y se nos da lo mismo saber que nadie quiere levantarse de la cama y pronunciar "yo soy Jaime López", no tanto por desconocerlo, aunque hay de eso, sino por saber de sus nulas batallas o de sus equivocaciones, desaciertos, rebajas, esclavitudes, limitaciones... Al final, maldita sea, todos somos mortales sin más remedio que la muerte y el olvido y de nada sirve esgrimir un "yo" defensor o aliciente. Al final todo esto puede explicar mi frustración cuando después de tocar en un portón escucho la pregunta escarnecedora ¿Quién es?