Hace unos días hablaba con JC de ciertas personas que deben estar orgullosas de lo que han logrado, no se trata de que vaya a hablar aquí de programación neurolingüistica o que me vaya a dedicar a hablar de superación personal, pero con él estuve de acuerdo en que bastaba levantarse y decir "yo soy James Hetfield" o simplemente "yo soy Pacheco" que aunque ya muerto tuvo una vida impresionante para sentir orgullo instantáneo. Yo quedé pensando pero no me ahorré discursos y le expresé algunos ejemplos "yo soy Evaristo Páramos" o "yo soy Lemmy Kilmister". "Yo soy Jackie Chan" o "Yo soy Arnold Schwarzenegguer" para hacerle notar que ciertas personas pudieran estar orgullosas de lo que han hecho en sus vidas, pero que ese orgullo no podía ser más que el fruto de la conciencia de creer que se había hecho más de la cuenta o que se estaba satisfecho con ciertas partes de sus vidas o por lo menos en lo referente a haber hecho parte de una línea de referencia en cuanto a un arte o un descubrimiento o un estilo o como modelo social de algunos seres humanos, pero a la luz de la verdad cualquiera de ellos que lo dijera no pasaba de ser un engreído y que todo partía más de nuestras ilusiones y deseos. Debe ser una cosa pesada levantarse diciendo "yo soy Jesús de Nazareth" o "yo soy Sidharta Gautama". ¿Se imaginan poder decir "yo soy Albert Eisntein" o "yo soy Isaac Newton" y más: "yo soy Nicolás Copérnico" o "yo soy Galileo Galilei". Debo hacer notar que esas personalidades que admiramos no son más que referentes personales en cuanto a lo que quisieramos ser que ya no hemos podido o que ya no pudimos ser y que revela gran frustración y pesimismo porque en el mismo orden de ideas pudiera decir "yo soy Bill Gates" o "yo soy Jeff Bezos" por codicia de dinero o genialidad para conseguirlo o por codicia de belleza "yo soy Bradley Cooper" o "yo soy Chris Hemsworth" o por codicia ajena de ser las esposas de tales "yo soy Elsa Pataky" o "yo soy Jenifer Esposito". No faltará quien tenga en su haber héroes de otras magnitudes y quiera escuchar "yo soy Pablo Escobar" o "yo soy Joaquín Guzmán" y los que se levantan para proclamar que como se sentirá decir "yo soy Jeffrey Dahmer" o "yo soy Alfredo Garavito" y alguno más sangriento sentirá en lo más profundo de su corazón como sus héroes madrugaban para proclamar "yo soy Vlad Tepes" o "yo soy Erzsébeth Bathory". No quiero alejarme demasiado de la disertación y no sé si sentirme ridículo por decir lo que muchos gritan al viento "qué bueno poderse levantar mañana y decir "yo soy Maluma" o "yo soy J Balvín"". ¿Duda alguno que habrá humanos que se levanten añorando poder decir "yo soy Iván Duque" o "yo soy Marta Lucía Ramírez"? !Se cae bajo¡ ¿Cuántos miles de burgomaestres de Colombia se levantan hoy para proclamar y henchirse el pecho con "yo soy el alcalde" o "yo soy el secretario de educación" o de lo que maldita sea? Obtenemos pues un conjunto arbitrario de personalidades y quien admira el teatro y la mímica podrá decir que hubiese dado la vida por levantarse en los zapatos de Marcel Marceau o de Charles Chaplin" y quien a escritos se remite en capacidad, potencia, fuerza explosiva o método dirá que se decanta y muere por Vargas Vila o Camüs, por Balzac o Nietzsche. Es deprimente querer estar en los zapatos de Roberto Gómez Bolaños o de Carlos Villagrán, pero habrá simios humanos que se decanten por tales personajes y darían todo por repetirlo en sus labios una mañana, incluso para no ir demasiado lejos y mentir ¿cuántas personas se levantan con los deseos de poder decir con sus labios "yo soy Lionel Messi" o la mujer de Lionel Messi; "yo soy Carlos Gardel"; "yo soy Walther Mercado"; "yo soy Matahari"... Creo que hay suficiente ilustración. Deseamos mucho y envidiamos a muchos otros por tal ocual razón y nos da pena levantarnos a decir nuestro nombre por lo que somos o hemos logrado, despreciamos nuestro yo interno y externo, no somos felices conviviendo con nuestras derrotas y se nos da lo mismo saber que nadie quiere levantarse de la cama y pronunciar "yo soy Jaime López", no tanto por desconocerlo, aunque hay de eso, sino por saber de sus nulas batallas o de sus equivocaciones, desaciertos, rebajas, esclavitudes, limitaciones... Al final, maldita sea, todos somos mortales sin más remedio que la muerte y el olvido y de nada sirve esgrimir un "yo" defensor o aliciente. Al final todo esto puede explicar mi frustración cuando después de tocar en un portón escucho la pregunta escarnecedora ¿Quién es?
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