domingo, 22 de octubre de 2023

T.O.C.

 Hablaba de familias funcionales y de seres humanos normales y de comportamientos "salidos de lo normal" y llegué a una conclusión apresurada: Nadie vive en familias funcionales, no hay seres humanos normales porque la normalidad químicamente pura es privativa de los imbéciles, dijo Salom Becerra y, los comportamientos "salidos de lo normal" están dictados por una sociedad determinada. No comer picante para un mexicano es como no consumir animales para un vegano o no utilizar el "che" para un argentino o el "ve" para un caleño. Paisa que no diga "Ehavemaría" no es paisa. Supongo yo que si en la Grecia antigua me presentara en el ágora con turbante y zapatos de punta parada, no faltaría el del uso y la razón, la tan amada opinión pública, que llamara mi atención por estar un poco deschavetado y salido de tono. La funcionalidad es una cosa tan movible que, un chico acostumbrado a que le griten, le hará falta ese grito para empezar la función. No sé si me expliqué bien, pero lo considerado normal por unos, es anormal para otros y viceversa. Cuando salta el detalle de la obsesión, hago una lista simple para ver si alguno ha caído en ellas: no pisar las rayas de las baldosas o las tarjaduras de la calle, dejar alineados los zapatos en algún lugar, quitar todas las arrugas a la sábana, dejar la ropa organizada un día antes de usarla, poner los huevos simétricos en los agujeros para ellos, dejar el volumen del aparato en un número par o en un número múltiplo de cinco, enderezar cuadros, poner las llaves o las tijeras siempre del mismo lado, levantarse a la misma hora sin necesidad, lavar toda la vajilla aunque se haya ensuciado solo un plato, barrer y trapear sin necesidad aparente, repasar varias veces la lista de lo que se hace, lavarse las manos constantemente, elaborar listas, doblar la ropa por colores, echar todas las monedas del día en un tarro, alinear los billetes por la misma cara, colocar tres puntos suspensivos ─nunca más ni menos─ apagar las luces constantemente al entrar o salir de los espacios que las tienen...  a estas le sumo las mágicas: levantarse con el pie derecho, no pasar bajo una escalera, decir "si dios quiere" o "gracias a dios", persignarse al ver un accidente o al pasar un santo o una iglesia o iniciar una faena, arrojar sal sobre el hombro, no comer en plato ajeno, dar dinero al recibir un regalo filoso... E incluso aquellas consideradas de buena educación como saludar compulsivamente, estrechar las manos, invitar compulsivamente, hablar de sí mismo, no abrir las sombrillas dentro de la casa, poner matas o herraduras sobre las puertas, tocar madera, cruzar los dedos, temerle al número 13 o desidia los martes o viernes 13... Sí, todos caemos en la locura de creernos muy sanos, pero estos rasgos apenas si son unos pocos de los miles que hay en cada categoría y que confirma sin muchas vueltas que no existiendo seres humanos funcionales, las familias funcionales son inexistentes pues se componen de seres humanos disfuncionales y que la funcionalidad, entendida como normalidad no existe. Llega el caso en que algunos de estos "trastornos", estas insignificantes actitudes nos provocan desasosiego si no las realizamos correctamente, nos producen estrés y es allí cuando, para algunos, requieren de tratamiento. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario