sábado, 27 de enero de 2024

El problema del yo

 El problema del yo es una constante que aqueja al humano hace unos cuantos cientos de miles de años. No me enfocaré aquí en descubrir cuando surge y ni siquiera por qué. Les dejo ese trabajo a ustedes porque al final no es tan importante para mí tal suceso. Lo que observamos hoy son partidarios del yo y apóstatas del yo. Para llegar a clarificar cuales son los partidarios del yo y sus detractores tenemos que preguntarnos si todos los seres humanos somos iguales. Si la respuesta es positiva no queda más que englobar ese encuestado en los detractores y si la respuesta es negativa lo vamos a englobar entre los seguidores acérrimos del yo. ¿Qué defienden los que están a favor de la pregunta? Somos iguales en promedio porque tenemos aproximadamente las mismas estructuras internas y externas, somos unos tetrápodos, bípedos no segmentados con una cabeza, dos riñones, dos pulmones, un hígado, un corazón, algunos sistemas entrelazados y aparatos funcionales que definen a un ser humano, perro, gato o cucaracha. Esto salva las malformaciones ¿Es igual a mí quien nació sin pies o los perdió en un accidente? ¿Es igual a mí quién padece una enfermedad mental o tiene el cerebro fundido? Los partidarios de la igualdad comparten que hay una configuración mínima para funcionar y que hay un funcionamiento adecuado. Si puedo desplazarme en una silla de ruedas o con bastón o, aunque esté postrado en una cama en estado vegetal, tengo configuración mínima y no dejo de ser igual al otro con el que comparo. Bueno, esa es la teoría para los partidarios de la igualdad y del no yo, porque cuando somos iguales, el yo se diluye tanto que parece no existir en absoluto y en cuanto a ejemplos cabe recordar: la raza humana, 8.000, millones de habitantes, el hombre de la edad media. No hay distinción entre uno y otro porque todos son humanos iguales. Sumerjámonos en el lado contrario. Aquel que cree firmemente que cada persona es distinta de las demás y que valida el yo por antonomasia. Aunque acepta que la configuración mínima para ser humano es válida, aclara que pequeñas diferencias conforman nuestro yo: los gustos, las acciones, los pareceres, las actitudes. Basan su aceptación del yo en la variedad genética de tres mil millones de bases, en las huellas diferentes, en las impresiones dentales diferentes, en la variopinta y abigarrada selección de la paleta. Póngase usted del lado que quiera y defienda o ataque porque ese es todo el problema del yo, quien considere que existe y lo defienda y quien piense que no vale la pena y que es apenas una postura insostenible. Yo tengo un apartamento en Miami, un auto Subaru 1200 four wheel drive y un título de la universidad de Pensilvania, soy abogado, jurista y gané el concurso al pelotón del año 2022, es diferente a tengo un título de la UIS y una carcachita ford que me lleva a todas partes y al parecer es diferente a, escribí un libro, soy ateo y no le temo a nadie e incluso a, soy un deleznable que vive bajo un puente porque así soy más libre. En cada uno hay un yo. ¿Sirve ese yo para identificar al interlocutor, como su nombre, sobrenombre o apodo pero más allá de eso no tiene otro objetivo que hacerte pensar que eres especial entre todos y por eso tienes nombre y apetitos. Vaya pues asómese al mundo real a ver quien no tiene la idea de ser único por su vivienda, sus posesiones, sus amores o su historia o por la ausencia de ellas. ¿Existe el yo? Claro. Yo escribo, yo peleo, yo canto, yo estudio, yo soy hijo de, soy nieto de, asciendo por vía materna de, pertenezco a, comulgo con... es muy fácil ver al yo en todas partes y no hay nada más cómodo que pensar que soy, independiente de, y que soy irreemplazable en mis labores, necesario en la vida de mis familiares y amigos, imprescindible en las reuniones grupales, insustituible en mis quehaceres y fundamental en el desarrollo competente de la historia y el proceso. Si está de acuerdo con todo esto el yo existe. Si le parece que ese "yo" es cualquiera, entonces renuncia al yo y entiende que no existe tal cosa como irreemplazable, insustituible, único, fundamental. Escoja y no escoja a medias como hacen muchos para los que el yo existe pero los demás son iguales y sólo son ellos o vosotros, ustedes y esos. El problema de escoger es qué, quien lo hace libremente, no lo hace libremente y hace uso de su yo que seguramente estará viciado por la percepción de los otros miles de yos. Espere: Yo soy cristiano tiene 2.300 millones de yos. Yo soy musulmán tiene 1800 millones de yos, Yo creo en un ser superior tiene 8.000 millones de yos. yo creo en extraterrestres, yo tengo fe, yo, yo, yo... Dejar ahí es imposible. Cuando el yo tocó a la puerta, los sapiens dijeron yo y nos es grato pensar que somos únicos. Nadie en su sano juicio rechazará el yo y basará sus ergotismos en cosas como las que hemos hablado: color, altura, contextura, huellas, gustos, religión. Pero, alejémonos un poco de esta charla, miremos el humano como especie, dejemos sentado que se ama a sí mismo como a ningún otro y que se asume como tabula rasa de todo y que se cree el elegido por algún dios. ¿Los vemos desde su desaparición como especie? ¿Desde una civilización no humana lejana? ¿Desde su desaparición dentro de unos cientos de años? Igualitos. No he resuelto el yo y ya sabemos que la humanidad entera le acepta aunque carezcan de él. Yo me resigno a él y pienso que lo que me lleva a pensar en la inexistencia del yo es que la masa completa afirma que existe.

PS: Un estudioso extraterrestre que llegara a estudiar la desaparecida raza humana no buscará a peranito o a sutanito, cualquier cuerpo que encuentre le dará razonables indicios de que los seres humanos eran iguales. Una civilización diferente a la nuestra, en un futuro, llegará a las mismas conclusiones con cualquier esqueleto completo o con un fósil cualquiera de homo sapiens. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario