La constante felicidad que nos corroe parece una cosa sin sentido si no la miramos en el contexto. No es difícil encontrar gente feliz en todo el planeta, al final supongo que tal felicidad es sólo una queja de lo infelices que son y de la imposibilidad de expresarlo por temor a la burla. Si Cervantes lo dijo: hay quien se sacaría los dos ojos por ver a su vecino perder uno solo. Esta humanidad es una fiera carroñera y oportunista que devora al primero que se tienda a descansar. En esta sociedad hay que vivir lanza en ristre y dispuesto a matar y a morir. El taxista jura que su pasión es conducir un taxi sin rendirle cuentas a nadie porque ahí es su propio jefe; el diseccionador de cadáveres jura que no hay nada más emocionante que arreglar las miserias de los demás y que no le afecta el apetito. El profesor da testimonio de lo útil de su profesión y de lo importante que es aguantarse a los hombres del mañana en su ignorancia e insolencia. El entrenador certifica que está en su mejor momento y que los malos olores y alientos podridos no son obstáculo para generar un campeón mundial. La contadora confirma lo importante de su puesto, las regalías obtenidas y la necesidad que tiene el fisco de más personas como ella. El empresario no para de trabajar, acumula para su retiro y para dejar un fideicomiso para sus hijos, sólo se queja cuando debe extender de su libreta de ahorros los honorarios de los que sufragan para él. El ingeniero no diseña nada, no maneja nada, pero en su importante labor como ejecutor de líneas de código, declara que no hay labor más benéfica y agradable que cobrar por lo que se sabe hacer bien y se hace con gusto. La enfermera no para de ponderar las cualidades de su trabajo de 12 por 24 o de 3 por 2. El vigilante no cesa de informar lo bueno que charla en el trabajo con los compañeros y lo necesario de su labor de esponsalazgo con la portería. El embaucador profesional asegura que de no ser por su labor las cárceles estarían vacías, a pesar de que se asusta cada que se acerca un desconocido al que pudo haber usufructuado y no le molesta el brazalete de seguridad en el tobillo. La vendedora está mejor que cualquiera pues cobra por comisiones, así no venda nada en unos meses, no se preocupa porque siempre sale algo a tiempo y se vive al ritmo de uno no del cliente. El profeta los amenaza a todos y garantiza la perdición del alma de todos y promete que todos iremos a la tumba, por eso le pagan y el vive feliz. El sacerdote no maldice su puesto de sucesor y representante de dios en la tierra ni su labor de vieja chismosa en el confesionario. Los músicos ponderan el poder indescriptible del momento en el escenario y las prebendas extra de fans y turiferarios de turno. Las azafatas jamás confiesan de más, volar es su estilo y nada se le compara, ni aún en los momentos de angustia cuando el piloto atraviesa una tormenta o pide se abrochen los cinturones para un aterrizaje forzoso. ¿Me falta alguno? Lo más probable, mas, ya no requiero más ejemplos para hablar de lo felices que son los seres humanos en las manos del destino, pocos he encontrado que se encuentren a disgusto con lo que hacen y, sé que los hay, pero no son los que me ocupan. Creo firmemente que sólo por ir contra designios divinos, deberíamos estar descontentos con nuestra labor. deberíamos protestar contra nuestro yo interno que se acomoda en un banco y no quiere moverse. La primera ley de Newton que postula que el movimiento o el reposo de un cuerpo tiende a continuar aún después de que actúa una fuerza sobre él. Eso es lo que nos mantiene felices y dichosos en los paupérrimos puestos que hemos encontrado; el vendedor de hamburguesas callejero es feliz; el que carga el disfraz de la mascota del equipo es feliz; el barman que estudió para ello es feliz; el conserje que recibe las felicitaciones y los insultos es feliz; el ama de llaves cuyo dominio es, por cierto, liliputiense, es feliz; el voceador de periódicos o el voceador de productos en las calles peatonales es feliz; el vendedor de frutas y el de jugos caseros en una plataforma de vidrio y plexiglás es feliz. Todos son felices porque se reservan la condición más humillante de la religión, la conformidad del destino que ese dios escogió para cada cual y tal vez, la imposibilidad de reconocer que no son capaces de ascender más alto en el tubo resbaladizo de sus logros.
PD: Cada uno es feliz con los esbirros que les tocó en suerte por padres, con el padre golpeador y la madre posesiva, todos juran que madre sólo hay una y que la familia es lo primero. Cada uno es feliz con la mujer que le tocó por esposa y con los hijos que le salieron por suerte. La condición está dada y la verdad es muy distinta.
PD: Cada uno es feliz con los esbirros que les tocó en suerte por padres, con el padre golpeador y la madre posesiva, todos juran que madre sólo hay una y que la familia es lo primero. Cada uno es feliz con la mujer que le tocó por esposa y con los hijos que le salieron por suerte. La condición está dada y la verdad es muy distinta.