Por estos días escuchaba a un queridísimo personaje hablando de por qué decimos mentiras y se le salió el ser humano comprometido con la justicia y el amor y planteó que un mundo ideal sería donde no tuviéramos que decir mentiras y pudiéramos llevar la paz en el corazón. Eso mismo me arrojó sobre este diario criminal para expresar algunas verdades de las mentiras y a tratar de encontrar en que se basan o si son evolutivamente correctas y si un mundo sin mentiras es un mundo feliz, claro, desde mi racionalidad contestataria. Lo primero que pensé es ¿en dónde surgen dichas mentiras? y un análisis poco juicioso dice que todo animal que se camufle miente a sus depredadores pero salva el pellejo y la naturaleza premia esta forma de mentira. El león al cazar simula no estar allí agazapado y es premiado, si su simulación es buena, con una buena presa producto de la cinégesis. Los animales mienten. No pienso retroceder más a buscar los tipos de mimetismo ni las maneras de cazar o de esconderse porque parece que la evolución premia a quienes son capaces de mentir efectivamente. Entremos de lleno en el campo del homínido que no habrá de escaparse de estas máximas naturales. Si el homo era capaz de no mostrarse en un sitio, de camuflarse efectivamente, de hacer creer a gritos y palos alzados que su agresividad y cantidad era más de la cuenta, seguramente su caza fuera más efectiva o su robo a otros carroñeros más eficaz, incluso su supervivencia y efectividad para apartarse del peligro camuflando su olor, enseñando costumbres que no le pertenecían para hacerse a un coto de caza o creando trampas eficaces. Todas esas formas de mentira son verdad y válidas como ninguna otra pues están avaladas por la supervivencia y la evolución. Santa natura en pleno la aprueba. Digamos que aparece el habla, no tengo un dato oficial, pero las probabilidades del habla se vislumbraron hace poco más de 200.000 años y ya antes un protolenguaje habría permitido aumentar nuestra capacidad de decir mentiras para nuestro bien. Si lo ven sencillo sólo poder levantar las manos y gritar permitían mostrar a ciertos animales que no éramos presas fáciles y que nuestro tamaño era superior al verdadero. Una flagrante mentira que le salvaba la vida a veces y que le permitía espantar depredadores para que abandonaran a sus presas recién cazadas. Bingo. La mentira funciona, pongámosla de moda. El habla nos permite urdir mejores trampas por la vía de enseñar a otros capaces de mejorarlas y la mentira se perfecciona en la caza y en el camuflaje. ¿Para que decimos mentiras hoy día? Para quedar bien con la sociedad, la novia, los amigos, la esposa, el profesor o el vecino. No hay peor mentira que aquella hipócrita de desearle al vecino buen día o buena tarde, la del invitado que dice "es un placer estar aquí con ustedes". La del presentador que se desvive en alabanzas por sus oyentes; la mentira del amor a nuestros padres o hermanos por firme ley divina. Nos mienten descaradamente en la televisión cuando nos pintan un personaje sin tacha, bueno para nada y mejor para todos. No implica supervivencia, implica poder. Nos mienten con miles de alimentos hiperútiles a nuestro organismo o con terapias de reducción de abdomen y que evitan la calvicie, con drogas de última generación y con vidas eternas. Mentir debe tener alguna ventaja. Si logro convencer a unos cuantos miles de que yo soy la verdad y la vida, puedo aprovecharme de esos miles de muchas formas: obtener beneficios de macho alfa y cuentas bancarias infladas, ego de pastor y hasta convicción de invencibilidad. Al vernos en el espejo, identificarnos como un buen ejemplar nos da razones de vivir, no hay ningún espejo que no nos devuelva bellos a nuestros ojos. Mentir nos permite otras oportunidades frente al amante o frente al examen o frente al momento y hay mentiras habituales: "no tuve tiempo, lo olvidé, fue un error que no pasará otra vez, un momento de debilidad..." Al parecer los constructos sociales se llevan mejor con tales mentiras: "Eres la única, no puedo vivir sin ti, es la mejor región, patria, religión y bandera." y ni qué decir de que somos mejor recibidos si usamos tales engaños y terminamos creyéndolos. Nos engañamos a nosotros mismos para sentirnos mejor con nosotros mismos. Punto para la mentira que también es verdad. ¿Viviremos mejor en un mundo sin mentiras? Yo no lo creo, decir siempre y expresamente la verdad nos acarrearía muchos problemas sociales y legales: Los niños recién nacidos son feos y la juventud es la peor lacra social. Nadie enseña correctamente y nadie puede con las hipocresías de los entierros, cumpleaños, matrimonios, amistades, fiestas... Juzguen ustedes. La verdad, que no es tal, es sólo un cúmulo de apreciaciones que aceptamos como verdad para no terminar batiéndonos con quienes poseen una verdad capaz de apabullarnos. Por ejemplo frente al poder de consumo, cómo va a ser mejor vivir en un país productor de papas donde para comprar el repuesto de mi Mercedes Benz o el mismo Mercedes Benz debo esperar tres meses de importación y papeleos aunado al pago excesivo de aranceles. Por ejemplo como va a ser mejor vivir en una comunidad rockera que se levanta o no duerme poniendo a todo taco su gusto musical cuando lo que me gusta a mí es el vallenato y el huapango torero. Por ejemplo como va a ser mejor vivir en una sociedad donde la tecnología es obligatoria cuando yo no la tolero ni la entiendo. La verdad es mentira y lo contrario también. Siendo verdad o mentira un simple punto de vista, la aceptación de uno mismo, el ego de localización y el mantenimiento de las relaciones sexuales. Están avaladas todas las mentiras y no sólo algunas, aunque la ley penalice las acciones ─todas ellas mentiras─ que tienen como consecuencia robos, asesinatos o estupros, que, de cierta, manera, son formas de la mentira.
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