viernes, 2 de mayo de 2025

Todos buscan amigos

Supongo que a la mayoría de ustedes les ha pasado que una persona que se acerca a ustedes en el bus, que le toca de compañero en un viaje largo o comparte su mesa en un restaurante o en una fila, trata de iniciar una conversación, le hace una pregunta como si lo conociera o le pide permiso para compartir la mesa y se queda contándole una historia de amor y desenfado de sus años mozos. Algunos dicen "amigo" o "señor" pero no falta el indigente pateabalones que te dice "cucho" o "tío"... En fin, todos quieren iniciar una conversación, sentirse algo, contarte algo, que les debas algo o que les compartas algo. No es difícil ser espía en un país donde todos quieren contarte su ejemplo de vida, qué hace, a dónde va, con quién, cuántas mujeres tiene. En un paradero de buses el año pasado, yo me bajé a comer algo y me senté en la mesa más alejada del sitio para evitar la compañía, pero a escasas dos mesas había una señora sesentona que conversaba sobre un amante que tenía en Medellín y de cómo el uno y el otro se daban besos a mil. Nada más se lo contaba a su compañero de mesa porque no los vi en la misma silla en el bus. Su compañero de mesa no llegaba a los dieciocho y afirmaba con la cabeza mientras le decía a la anciana que él también viajaba mucho, cosa que no le creería ni a Frederick Forsyth. A los espías realmente les queda fácil conseguir información en cualquier parada de autobús o en una mesa cualquiera de restaurante. La humanidad es especialmente bocona, burda y zafada del coco. Espere, si a información nos vamos, hay algunos a los que se les puede averiguar hasta lo que comen en donde y con quien, que publican en redes justo eso como si a alguien diferente a ellos les importara o como si quisieran generar una especie de envidia retroalimentada. Sigamos. Cualquiera, por iniciar una conversación te dice: "Amigo ¿Qué hace?" y el desprevenido queda prevenido porque el otro se suelta a explicar los pormenores de cada paso y los sinsabores de cada día. ¿Saben qué? A mí no me gustan los "amigos" imaginarios, la llevo muy bien con mi soledad y aún en un encierro prolongado, con y sin gente puedo lidiar con mis pensamientos. Eso creo, que la gente, incapaz de estar callados, concentrados, o dando una vuelta mental, ponen  conversación al que sea. Cuánto me gustaría que no me iniciaran conversa, igual cuando alguien me habla yo me hago el desentendido un rato, si insiste me hago el sordo preguntando ¿Qué? o me hago el extranjero esgrimiendo tres o cuatro frases que me he aprendido en japonés, alemán o inglés. Me pongo unos audífonos aunque no tenga nada que escuchar y con el dedo índice me señalo la oreja para que no me molesten, incluso he llegado al colmo de hacerme el borracho y el dormido. Quedarse mirando al interlocutor como si no supieras qué carajos dice es una genialidad. Quedas mal parado, apático y poco conciliador, pero no te joden el resto del viaje. Igual, la próxima vez que alguien le diga: "Amigo ¿Qué hace?" respóndale: a: no soy su amigo. b. ¿Quién es usted? y c: A usted qué le importa.

PS: La variación es enumerada: Primero no soy su amigo, segundo ¿quién es usted? y tercero ¿a usted que le importa?

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