Me cargué un viaje de siete horas para llegar a una presentación que duró a lo sumo 90 minutos y en la que hice alarde de poder tocar diferentes géneros con la misma guitarra zurunguiada y la misma armónica desafinada. Los receptores se hicieron esperar y la emoción de unos pocos se volvió la emoción general de la noche donde recibieron un repertorio incompleto con canciones pegajosas y acordes saltados !mi más puro estilo¡ con canciones propias, ajenas y prestadas y saltando de música para planchar hasta música para soñar despierto y estribillos revolucionarios de viejitas que no tienen cueva. No puedo saltarme que recibí una grata reconvención de parte de los dueños del local por haber faltado hace un año y por mi intachable carisma que logró, con canciones propias, hasta un pogo acústico. El resto de la noche y parte de la mañana la pasamos en un escampado al son de toda clase de licores, desde champaña importada hasta el más burdo y delicioso alcohol con cocacola y donde nos cantamos otra tanda de canciones plagiadas donde nos inventábamos la letra mientras surgían los tres o cuatro acordes falsos con los que las acompañaba. Yo dediqué media noche a observar una chica con atavio de metalera de unas manos tan blancas y hermosas como las que debería haber exhibido aquella escultura de Milo, puras, con un deje de princesa nórdica y una cara de geisha de la corte imperial y cuyas expresiones hoy me quedan borrosas porque nunca averiguo más allá del asunto, aunque debería reconvenirme el no hablar sobre sus piernas y repetir como Sade que "nunca vi un templo del amor soportado por más bellas columnas". El nuevo día trajo discusiones abiertas o más bien respuestas abiertas, que casi nos tiramos el día y la noche entera en un peregrinaje por diversos temas de acción: películas, historia, virus, discos, ideas, comida, que anduvimos por un breve instante con la plana máxima del cartel de la Sopera y un par de amigos letrados que amenizaron con tazas de tinto y manzana Postobón la tarde en cuestión. Allí en el piso donde mis amigos me llevaron, no dejé de notar la mirada extraviada del abuelo que conserva su memoria intacta y una manera de ser que no pude comprender: alegre, dicharachero, rozagante, casi juvenil a sus ya 93 años. Yo a los 50 no puedo soportarme mucho tiempo a mí mismo y temo que si la parca no me depara una pronta visita, terminaré por cansar hasta la muerte a los pocos que aún me aguantan. Me contó de sus aventuras sembrando café y plátano y de algún que otro impacto con las novias y sus padres y hasta me hizo una lista de las antiguas medidas, la carga, la pucha, el almud, la arroba y el tarro y vislumbró, muy atrás, una golpiza que le diera a su profesora por igualada y por sádica que supuestamente los hacía arrodillar en maíz duro o en fríjol cuando no les entraban en la cabezota los acertijos de los números. Sus relatos combinaban el "vuste" "antonces" "aen" y "pajuerano" y otro montón que se me escapan, pero en los pocos momentos que salía de su encierro autoimpuesto, irradiaba calma y sencillez que se me antojaron extraños porque los golpes de la vida a mí no me han dejado sino resentimiento, desconfianza y amargura. Con nosotros también estuvo una chica, de la cual supe su nombre y su ocupación y por acasos del destino hasta donde vivía, pero me causó la impresión más extraña de todas, que no hablaba y no se reía. Pasó 9 horas con nosotros sin emitir más que un gruñido o una palabra y merece un relato especial porque contrario a Funes el memorioso y a Soldán el implacable, ella pasó sigilosa y callada y debí hacer un esfuerzo por comprender su actitud y su parsimonia y me imaginé un mil formas de explotar esa historia, pero son relatos de otro cuento y ya habrá de dar un fruto todo ese silencio contenido. La última vez no llegué a mi cita por déficit de peajes y un año después llego con exceso de él y el regreso fue de unas bastas ocho horas sin contar la reagrupación desde la terminal. Valió la pena, conocí a algunos y recordé a "algotros" con los que concertamos ideas y soñamos con una fuente diferente y un camino igual pero con duendes diferentes alumbrando el camino.
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