domingo, 10 de julio de 2016

Ego sum deo

Y le tocó el turno a Gloria Hincapié, profesora de sujeto y educación II en mí época universitaria, que según parece, si hinca el pie, debe ser futbolista, pero nada, sólo era cansona y se ganó este ejemplar por preguntarme por dios.

EGO SUM DEO


Hablar hoy día de dios no ha dejado de ser peligroso, aunque Freud dice que ya no lo es tanto como en otras épocas; habría que recordar que Freud murió en el siglo pasado, sin reconocer o sin saber mejor, la pacatería en la que están sumidos estos pueblos del tercer mundo. Nos bastará recordar que actualmente nuestro país cuenta con una red de contrabandistas de la fe en mil áreas diferentes. Ya hoy no tanto de vía estrictamente religiosa como seglar; como aquellas otras nacidas del mismo género, de la ilusión y del miedo o como lo llama Freud, del deseo, de las ganas de seguir viviendo en otro paradisiaco lugar que se oculta más allá de los límites infinitos del espacio. Hoy día tenemos los adventistas y la torre alta, los cristianos y los paganos, el ku klux klan y los Thugs, la Crne ruka y el nacionalismo, la power white y oración fuerte al espíritu santo, la mafia y los hight clubs de grandes empresarios que, definitivamente, persiguen una ilusión. No es mi deber penetrar en esos reductos para desollarlos, se mencionan para que quede constancia de las ilusiones de la grey.

Mi propósito con este ensayo es mostrar un poco lo que antes de Freud y en la actualidad se conservan como instituciones sucesoras de aquellas que, aunque flaqueadas por la cantidad de opciones, aún conservan la hegemonía. Y a la vez traer a colación a algunos grandes pensadores, que aunque no fueron psicólogos poseían ese asombroso poder de observación que la humanidad como jauría jamás ha poseído.

Claramente podemos discernir del ensayo de Freud la naturaleza de que está hecho el piso religioso; ya expuesto en sus primeras fases por él mismo, en su obra Totem y tabú. La idea de dios aparece como una evolución del horror al  incesto y como una prohibición autoimpuesta al canibalismo consagrada en todas y cada una de las sectas que se formaron desde tiempos inmemoriales.
Debe asombrar que hoy día haya quien crea en fetiches y en un triángulo con un ojo inserto, o en un diablo con cuernos y patas de macho cabrío, decía Don Jiménez Del Oso, para tal cosa se debe ser demasiado estúpido o demasiado cobarde. La ciencia nos trae versiones más elocuentes de un hombre en las cavernas,  deseando tener una fértil caza, dibuja en una gruta aquel ser vestido con pieles y con cuernos de los animales que cazaba y requería para su desarrollo, para su supervivencia y además a su alrededor imágenes de aquellos animales; la imagen de lo deseado. El arte expresaba entonces sus necesidades convertidas en deseos. Ante esa imagen, sin haber demasiadas oraciones, que supongo yo, no existían, la manera más particular y fácil de adorarle era copular ante ella sin el problema de la moral aún inexistente en la forma como la conocemos actualmente. Pasado el tiempo el hombre descubre la agricultura y la pesca, volviéndose sedentario y pasando la antigua práctica a convertirse en un acto desagradable ante los ojos de la recién llegada "civilización." De ahí en adelante sólo se requiere una fértil imaginación para llegar a los aquelarres y a los sabaths castigados por la religión imperante.

Esta explicación dada por la ciencia ha sido gritada por algunos grandes pensadores ampliamente dispersos por el mundo, que han sabido exponer sus teorías partiendo de alguna analogía:


Nietzsche por ejemplo, propone en su Anticristo (vademécum del monotonoteísmo) la historia del hijo del carcelero en el que hay que creer para que este interceda ante su padre ya muerto, por los que acompañen, con mucha fe y sin reparo, a su hijo también encarcelado. Puede no resultar clara la comparación con el cristo u otro líder espiritual, pero es clara la  sinrazón de seguir a un encarcelado como todos.

Vargas Vila en su obra cumbre, Ibis, resalta la creación de dios como sigue: “el hombre hizo a dios en la cueva obscura de la edad paleolítica, cuando el pobre mono asombrado, débil y estúpido se halló por primera ante los fenómenos, aterradores e inexplicables para él, del huracán, del trueno, del rayo y de la muerte”

Fernando González propone que si la religión no existiera, en la mañana tendríamos una revolución contra el capitalismo.

Octavio Paz hace una analogía con la ciudad de Tilantlán donde la gente adoraba a las manos que les había creado pero temían a los pies que podían destruirles sin sospechar que manos y pies eran el armazón de un único dios: el hombre.

Pero, dejemos de lado a los filósofos y unámonos al advenimiento del hombre mismo.
¿Habéis visto el increíble parecido entre los dioses Izanagui e Izanami de los japoneses con sus siervos del archipiélago? ¿O el de un dios vikingo con un habitante nórdico? ¿La extraña coincidencia del Horus egipcio con los personajes que ostentaban el poder en dichas tierras? ¿Y la rara coincidencia de las facciones de los dioses toltecas con los indígenas de dichas tierras? ¿Qué puede significar que los indios se parezcan a sus dioses Shiva, Visnú y Krisna?

¿No os parece sospechosa esta similitud?

Pareciera cumplirse a cabalidad lo expresado en la biblia: “y el hombre creó a dios a su imagen y semejanza” igual de terco y de creyente; igual de débil y supersticioso; semejante en todo, hasta en poder para crear y destruir. Obviamente asistimos a la creación del mito y nos olvidamos de su creación convirtiéndolo en parte de nuestra cultura y así por los siglos de los siglos fuimos depositarios de las mentiras que instauraron al salvador en las puertas del cielo y a las creencias en la silla de ruedas de la fe. Ya el eminente psicólogo nos ha dado la pauta para creer o despreciar el mito, bastará tener algunos dedos de frente para aceptarlo y nada para ignorarlo. Lo dicho dicho está y el análisis del padre del psicoanálisis es, en verdad, contundente.
Ahora, de que puede servir a un lego conocer todas esas cosas. Si sabemos que el hombre es naturalmente servil y que cada que se le derriben los dioses se creará unos más elevados y más tiranos; porque el hombre requiere de tiranos para vivir, requiere que le recuerden la desgracia de sus antepasados y necesita de ellos para que le impongan castigo por el incumplimiento de las normas y preceptos divinos. No lejos queda Bartolomé koan con su “génesis del mundo de la genuflexión” el panfletario describió al mundo perfecto en el que no existían dioses ni amos y la masa ávida de dolor y de “deseos” crea al cordero que le guíe, necesario para imponer las leyes escritas que aún reposan en el tabernáculo. De aquí los líderes de aquel mundo descubren lo importante que es la religión para la grey y ya no la censuran, sino que olvidan que ellos la crearon y dan el certificado de divina a la más grande creación del hombre para el control del ser humano: la religión.

¿Qué podemos hacer a estas alturas contra aquellos hombres que creen?

Dejarlos que crean!! dios es una imagen interesantísima contra la enfermedad del milenio: el stress; dios es el amor que los reunidos en el aprisco necesitan para subsistir en ésta tierra; dios es la respuesta –aunque no sepamos a que pregunta- y nada logrará que ésta humanidad culturizada logre desprenderse de ese ente.

¿Cuándo ha entendido ella razones?

Pero otros, capaces de escapar por la vía del dolor al canon humano, no necesitamos más que conocer la respuesta a la adivinanza Vargasvilana: “Qué es un muerto bajo una cruz? Una podredumbre bajo otra podredumbre. Y por eso podemos llegar ante la tumba del último hombre, que se ha llevado consigo al último dios y podemos decir: Ego sum deo.



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