Yo aprecio a la gente y no quiero servirme dellos, desprecio la entera humanidad, pero a la gente la aprecio, desto puede decirse que me burlo a la postre y es menester hablar dello. Gente hay muy poca, humanidad mucha y la humanidad acaba con la gente, se atalajan entrellos y se aconchaban contra simismos, que es lo que quédase de doblegar la personalidad. Luenga historia forjan de esclavos, magro silencio debemos facer por su vida. Laudábase el socrático con las mentiras de su maestro y predicábalas por todo el imperio como si suyas fueran y de allí surgió la retórica y la dialéctica y el padre de la mayéutica se hizo carne y héteme aquí, en carne también para desollárelo. Las buenas nuevas son cogitabundas, que nada de nuevo hay en la reproducción y el embarazo, cosas son de antigua data y cada individuo, a sabiendas del hecho o con la ignaridad del mismo, ha disfrutado del cohecho, no en balde es la felicidad que del coitus se desprende la que ha dado el "oficio más viejo del mundo" -aunque dúdelo de manera razonable- y ha llenado de inanidad la sesera humana. ¿Vive el hombre por el placer y del placer y para el placer? ¿Viene de él? No es el menester que me empalaga. Demostrar al homúnculo túrgido que yace en cada individuo universal no me apetece. Exhibir la balumba gibosa de la cual es poseedor no me corresponde. Su disolutismo no me compromete. Hacer églogas y ditirambos de sus ubérrimas gestas nunca me ha corrompido. Yo extiendo mis ideas sobre el catafalco de los sedentarios y aplaudo a los transhumantes; me quejo, claro, me enseñaron a gritar si algo me molestaba y no me basta con anapésticos ni yámbicos. Acuso, si, no someto a ordalía. ¿Otros pueden censurarme? por supuesto. Espérase que el híbrido posea suficiente materia gris y elementos para el combate y no sea una engañifa superficial, y aunque casi nunca encuéntrase el adalid formidable que desenfunde la espada con diestra sagacidad, ni a unos ni a otros oso responderles. Dasen casos en los que se oblitera mi sentencia y debo hacer de amanuense en el estéril arte de responder insultos. Hay añagazas como por encargo y algunos hasta intencionalmente, dejan rastro de la idea, pero en en esos casos en los que el valor del silencio es tan poco valorado, bástese con pasar del pleonasmo al oxímoron y el débil oponente pierde el equilibrio maguer que descubra el anacoluto y, en guardia, reciba el disparo el marrido alfeñique o en más, la turbamulta ofendida. ¿Quier no soy libre de mi ejecución? Fíat!! ¿Quien librárame de este gatuperio? Sólo yo. Citar a Galvarino con sus truncadas manos... "Y si pensáis sacar algún provecho de no llegar mi vida al fin postrero, aquí, pues, moriré a vuestro despecho, que si queréis que viva yo no quiero y al fin iré un tanto satisfecho de que a vuestro pesar alegre muero,. que quiero con mi muerte desplaceros, pues sólo en esto puedo ya ofenderos"
No hay comentarios:
Publicar un comentario