miércoles, 15 de noviembre de 2017

Érase una vez un libro que era yo y tuve que devolverlo

Hace poco leí a Efraim Medina Reyes, no lo conozco, pero creo que es de acá de estos andurriales latinos y su libro describía a un ser hosco, drogadicto, pervertido, huraño, apático, maniqueísta, franco pero odioso, libre pero cautivo de sus vicios, anarquista pero en el sentido caótico, nunca un votante consumado, nunca un enamorado de la tierra a la que llamaba la "ciudad inmóvil" yo quise suponer que era alguna región apartada de la costa porque aludió a mar y playa. El tipo que protagoniza la novela sabe que no puede amar sino a esa persona que ya no está y se niega otra pasión, seguro de que cualquier otra persona, Mónica por ejemplo, terminará siéndole apática e idealiza a la otra que no se menciona sino como "cierta persona" y se jura que por ella no sentiría nunca esa repulsa que le crean las otras. El individuo del que hablamos se hace un lavado cerebral para evitar acercarse a otras personas con la intensidad con la que lo hizo con esa cierta persona y así se cura de todos los males. Me encanta como maldice a los novelistas colombianos, las pestes que lanza a nuestro Nobel. Gabo ya murió, pero desde la tumba debió haber oído que su gran poder no fue la escritura y que un premio de esos se lo dan a cualquier hijo de su madre y si no esperen la madriada que le apunta al otro pendejo de Mario Vargas Llosa, un pobre idiota que ni escribir sabe, completamente soso y sin ataduras, yo por lo menos al Gabo le he defendido lo entretenido, pero al otro ni le agradezco las noches de insomnio con su escritura de alcantarilla, tan rebuscada y tan simple y con esa monotonía que sólo un lego puede darle a una conversación. Pero esperen, ese libro, ese personaje del que les estoy hablando desde el principio, soy yo. Si, ¿Cómo les parece? que Efraím no me conocía, que el libro fue escrito antes de yo nacer, es probable y yo apenas leí el libro hará unos quince días, así que yo no podía imitarlo, pero ese señor del que hablan allí, ese patán, esa ignominia, ese vicioso, ese destructor de honores, esa cloaca ambulante, ese ser pérfido y aprovechado, ese líder del sentido opuesto, ese tipo, soy yo. Para muestra un botón. Uno debe decir lo que piensa, sin importarle mucho el que un mago letrado le lleve la contraria o en caso peor, que tal mago letrado le apoye. Nada como ir en contravía, como el salmón, au contraire y contra todos los que detentan el poder. Viva la anarquia!!! A la par, quien me presta el libro me pregunta por Tomás y el libro mismo le responde con mis palabras...
Imagínese que le hacen apología a una bestia como Tomás Carrasquilla, tiene seminario y hasta diplomado y doctorado y parece que se sientan en esas clases a lamerle los huesos del culo al padre de las letras antioqueñas pero que ni por el carajo se han leído esa aburrición de "El padre Casafús" o ese tote desvencijado salido de la ladera de una montaña que es Simón el mago o ese asalto literario, que fue hasta novela televisada de, "La marquesa de Yolombó" o ese cuento imbécil de "Dimitas Arias" y en fin, que opino yo, es lo que hay que preguntarle al libro de don Efraím, porque yo despotrico, no opino, en este país no hay nada original, las bandas que se creen grandes son las más viciosas y las que más se arrodillan para pertenecer, los que ganan premios son los que están en las listas de las pomadas, los que más rodilleras compran y más piensan en comida para que la baba les chorree. La escritura latinoamericana es incipiente, sosa, falsa, aprendida, no hay un sólo escritor que merezca llamarse así, a no ser por aquel que siempre he defendido pero que dejo en la memoria porque no estoy de humor para halagos y para él fue mejor que lo dejarán en la oscuridad a donde pertenecía y quedara en el olvido de esta patria que no le perdonó ser un hombre libre. La humanidad es simplista, por eso acudieron al rock y por eso se acude hoy al otro género musical puertorriqueño que odio mencionar y mañana, mañana, mañana más cuentachistes...

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