domingo, 28 de enero de 2018

Censum tragicum

Parece novela de ciencia ficción eso de hacer textos a pedido, pero a mí me encanta que me pregunten mi opinión sobre un tema o sobre cualquier cosa. Da igual, yo opino de todas maneras, a veces me sale bien hablar mal e igual lo debo hacer porque ese es el ejercicio propuesto a mí por mí: Escribir, punto. Hoy traigo las ventajas del censo a la palestra y eso no estaba en mi agenda, pero es lo que me propongo hacer. No se me presenta un problema porque la cosa no es la definición ni el entramado de como se lleva a cabo un censo, sino que se trata de develar mi punto de vista sobre los censos y la utilidad de ellos, e incluso de la necesidad de ellos en la dirección de un estado. El censo es extremadamente útil si se quieren planificar inversiones y presupuestos. En una catástrofe es imperioso saber quiénes fueron afectados, en qué forma podemos ayudarles, quiénes quedaron sin hogar, sin trabajo, sin utensilios de cocina o enseres y que alimentación se requiere para soliviar un poco el problema del hambre. Dase el caso que un ser humano consume un kilo de alimentos al día y si hay 30 damnificados, enviar tres toneladas de alimento generaría un desorden y una plusvalía alimenticia que presentará, no sólo problemas de distribución, sino riquezas inesperadas y hasta malversación justificada. El censo y el sentido común es el que permite que a una zona de desastre se lleven diversidades alimentarias y necesidades básicas y no sólo 2000 pacas del papel higiénico del más acolchonadito que la nalga de un sobreviviente pueda sentir. Diría incluso que el tal censo y sentido común es el que me permite no recibirle a la china una donación de insectos congelados (alimento) para una región del Norte de Santander donde ocurrió un desastre y donde se sabe que su dieta es a base de yuca y oveja. Si se sabe cuantos en Colombia somos pobres, se puede planear para tratar de solucionar las desigualdades sociales. Si se sabe cuántos analfabetas tenemos, podremos predecir cuántas escuelas y maestros se necesitan en el futuro y si se sabe que porcentaje de la población es académica, podremos decir que tan bien preparado o que tan mal está preparada una población determinada. Pero vaya usted a saber porque se le ocurre un censo a un presidente en las postrímerias de su mandato. Dudo mucho que el pueblo -ígnaro y amnésico- vote para un tercer período del santo colombiano más vilipendiado y necio, además creo que hay algún artículo constitucional que lo prohíbe, aunque ese no es obstáculo para un delfincillo de la calaña de este artiodáctilo de la familia de los antilocápridos. Podríamos sugerir que no se le ocurrió a él y también podemos calcular que los censos en Colombia son para lo peor que uno se pueda imaginar: No son para planificar los gastos y los presupuestos, no, son para saber la calidad de vida y aumentarlos: ¿Usted tiene tres gallinas y un caballo? Estrato 5. ¿Vive en una vereda a la que va un bus tres veces a la semana? Estrato 3. ¿Compró un terrenito de 200 metros a media hora de Medellín? estrato 6. ¿Será por eso que la palabreja en latín quiere decir impuesto? Los censos en Colombia sirven para saber cuántas personas en edad de elección y en rango de edades existen para saber con cuantos votos se legaliza la democracia y, conociendo la escolaridad de la mayoría, elegir los métodos de soborno predilectos. En los pueblos es una rumba con aguardiente y ron y a veces una platica. Si hay mayor escolaridad o astucia toca prometer un cargo en la teta administrativa. Los censos en Colombia no programan gastos de inversión sino todo lo contrario, robos en la inversión. ¿Cuántos vehículos hay? inventemos el soat y el técnico mecánico, cedamos esos privilegios a alguien que los maneje y de ahí cortamos tajadas jugosas que aparecerán por arte de magia: Fíjese quien maneja los centros de servicio y las agencias de renovación de cursos de vigilancia y quien lidera la bolsa de seguros. Ahora el censo es electrónico, lo que rebaja los costos y si al dictador se le ocurre puede imponer una multa por no llenar el formulario o por desconocer de cachivaches informáticos. Sí, creo que el censo puede ayudar, pero un gobierno corrupto no da puntada sin dedal y seguro algo turbio tienen allí. Me sorprenderé cuando digan que hubo más votantes este año que hace cuatro años, donde votaron -perdón Alvarito- "vivos, bobos, muertos menores de edad" y la democracia en Colombia se vió agrandada y juramos que un pueblo que vota es un pueblo democrático, aunque se le compre el voto con medio día de bonificación o un 10% de rebaja en la matrícula. Tampoco me sorprenderá que el pueblo elija al peor gobernante, porque en Colombia las elecciones son viciadas y manipuladas de una manera u otra y no me extrañará que se suban los prediales, que se inventen un nuevo estrato o que creen, de la nada, un nuevo iva o que se lo pongan a una bolsa o al derecho a respirar o a caminar por determinadas vías. O, ¿porqué no? crear una norma que obligue a los profesores a validar su título cada año con cargo al docente y darle ese negocio a uno de los de la pandilla de delfines -un Santos, un Uribe o un Pastrana- que, por ley divina y por los siglos de los siglos, regirán los destino de nuestro país y un día también optarán por el censo.

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