viernes, 14 de abril de 2023

Vivir es una mentira

 Existe nuestra vida tal como la biología la plantea: Nacemos, crecemos, nos reproducimos si somos arriesgados o si tenemos la oportunidad y morimos. Esa forma clásica de vida no la podemos poner en duda. La vemos pulular a nuestro alrededor y poblar el mundo. La enseñanza del cristo "Creced y multiplicaos" parece cierta, pero es un imperativo biológico extrapolado por la religión para hacer creer que ese dios judío manejaba la naturaleza y sus órdenes. Existe una manera de ver la vida desde la verdad o la mentira de la misma y es esa la que debo poner en la tela del juicio de hoy. ¿Es nuestra vida verdad? tocaría definir la verdad y al definirla inmediatamente caemos en cuenta que nuestra verdad es mentira porque la verdad es apenas un asomo de la realidad que se ajusta a nuestros sentidos y a un consenso. "La bandera de Colombia tiene tres franjas una roja, una azul y una amarilla" es una verdad inapelable a nuestros sentidos y a lo que hemos acordado que son tales colores. "El papa Ratzinger es un nazi de mierda" es una verdad más difícil de tragar para los cristianos creyentes y es verdad ineludible en un análisis estricto fuera de sus lides, aunque alguno jure que ya no es papa y por eso es verdad a medias. Lo que llaman verdades subjetivas son las que están sujetas al ente que las expresa, las opiniones y los deseos son de esa calaña y las verdades objetivas son aquellas que comparte un gran grupo, llamémosle  a ese grupo, unificado. "El fútbol es el mejor espectáculo del mundo" cumple ambas propiedades; es una verdad subjetiva porque es opinión y es objetiva porque hay innúmeros imbéciles patrocinándolo, transmitiéndolo y viéndolo, no digamos que jugándolo, en Colombia hay una cancha de fútbol por cada 100 habitantes. No puedo retroceder a lo objetivo porque realmente no hay conocimiento objetivo más que el de la ciencia y se basa en comprobaciones y experimentaciones que no podemos darnos el lujo de comprobar más que en teoría y la mayoría somos terriblemente malos en teoría, ambas alusiones. Aceptamos que el sol fusiona hidrógeno a causa de la gravedad que comprime los átomos y que tal fusión crea una presión opuesta que mantiene al sol como una central termonuclear. Se supone que es una verdad objetiva que no es aceptada por los seguidores de Amaterasu, Inti, Amón, Xué, Shamash y Huitzilopochtli y menos de los cristianos acérrimos creedores de que el sol es una luminaria que puso allí su divino salvador. Alejémonos de esas verdades. ¿Quién decide las verdades de nuestras vidas? ¿Nosotros? Si me preguntan a mí soy un exitoso hombre de arte, mi producción musical e intelectual tiene proporciones amplias. He escrito muchos libros, he publicado cientos de canciones, he dado cientos de conciertos. Me muevo en los círculos del arte con desparpajo. Le preguntamos a un otro en la esquina y no sabe quien soy, nunca me ha leído y jamás me ha escuchado. Hablamos con uno de esos críticos del rock y lo que piensan es que además de banda mala, soy artista de un sólo ritmo y tanto mis letras como mi música son basura que no ha llegado a ninguna parte. Ponemos a un personaje a escuchar por primera vez lo que he hecho o a leer mis libros y no tendrá más que decir, si la hipocresía general no le hace alabarme  sin reparo, que no tengo talento para cantar ni para escribir y que mi vida completa es un fracaso. No sé realmente tocar guitarra ni ningún instrumento pero me engaño creyéndolo así, mintiéndome para no arrojarme por el balcón de un décimo piso o dejar mis despojos al final de un dogal de verdugo. No tengo imaginación para escribir poesía e inventarme una novela mejor que la peor que haya leído. Mis logros es que tengo un trabajo como profesor ─valiente gracia─ una propiedad en el campo donde apenas cabe mi casa y que pasaré 15 años cancelándosela a un banco, tengo un vehículo de dos ruedas que jamás he manejado un auto ─pobre inútil imbécil─ y estoy lejos de los diez lustros del tío Alberto. ¿Qué más ha sido mi vida? Cuando Camilo me pregunta que si somos una buena banda siempre le digo que nosotros lo somos y que pocos pueden darse el lujo de composiciones tan extremadamente poéticas y dicientes. Mentira flagrante en la que creo, pero que se me hace inevitable contar. Teníamos un programa al que acudían 27 personas y llegamos a tener 300 televidentes. Apenas para subirnos el ego que esa cifra no es más que la verdad de la mierda que hablamos ¿Quién más que dos o tres corridos de la teja nos quieren oír maldecir y cantar lo mismo cada ocho días? Razón tuvo Camilo para terminar las transmisiones. Algunos me llaman "maestro" y hasta se toman fotos conmigo y me piden autógrafos como si fuera la gran cosa ─tanto yo como algún recuerdo mío─ y no falta quién, en un afán de comparecer ante el salón del juicio, nos llaman "Grandes", "únicos" cuando esta sociedad está plagada de mil millones de bandas que apestan a fama y logros racionales, que llenan salones de conciertos y estadios, que cobran conscientemente su parte de atraer gente y que se vanaglorian de haber tocado con las bandas más importantes de tal o cual género y hasta de haber invitado ─Featuring, ft─ a un "grande" de alguna otra banda a hacer aparición con ellos. Puedo enumerar más desastres en mi vida pero esa no es la intención, de develarme ante ustedes. Errores y fracasos son el pan de cada día de todos, pero nos mentimos para podernos levantar todos los días y para poder dirigirle la palabra a otros como si de un alguien se tratara. La cruel verdad es que nuestra vida, la de cada uno, la del que se siente feliz de ser un reciclador, la del creyente, la del conductor de taxi, la del voceador que te vende jeans en el pasaje Carabobo o almuerzos, la del obrero asalariado y hasta la del empresario de arepas y empanadas y el que tiene un bar en la esquina o un restaurante, es un fracaso rotundo y completo, aunque ellos se vanaglorien de lo felices que son en sus puestos de mentira. ¿A quién le expresamos entonces estos argumentos de verdad y mentira? Sí. Nos mentimos a nosotros mismos y lo peor, nos creemos y le enviamos ese mensaje a nuestros amigos y conocidos. ¿Todos somos mitómanos? Sí, escapamos así del dolor de aceptar que en la colonia de hormigas somos obreras, que en la manada de ñues no aportamos sino un ápice de estiércol y que en suma la humanidad entera es apenas una colmena con dos o tres reinas que lo poseen todo y que la casi absoluta mayoría no es más que carne de cañón cumpliendo un objetivo en la vida, hacer parte del engranaje. ¿Qué decir engranaje? nuestra maldita vida no vale nada porque en las escuelas se enseña a seguir el camino de reemplazo para que nadie sea tan necesario y tan útil que no pueda ser reemplazado. Da lo mismo quién cante hoy o si se acaba la banda mañana. Da lo mismo que pueda pensar en más líneas que los demás porque las personas a las que eso les importa son poco importantes para engañarnos sobre nuestro estado y nuestro destino. Al inferior se le ordena y al superior se le obedece, sólo se le explica al igual. No tengo la memoria para recordar a quién parafraseo, pero ¿Has medido esas cantidades en tu vida? ¿A quién mandas y a quién obedeces? Yo, irracionalmente no le explico a nadie mis acciones, soy tan engreído que creo no tener iguales. Otra mentira. Nuestra pobre consigna consiste en, básicamente, obedecer, aunque nos lavemos el cerebro pensando en lo necesario y útil de nuestro paso por esta vida, en el propósito por el cual estamos aquí y en lo importantes que somos para dar alguna palabra de orden sobre lo bueno o malo, sobre las bandas que son mejores que otras, sobre gustos y dentelladas que no son más que aquellas que nos tocaron en suerte cuando estábamos quemando el disco duro. Sí. Afirmación. Sí. Nos engañamos siempre y esta verdad no es translúcida porque es otra mentira del que se autoproclama "Rey de la creación" para no tener que entender que es el "bufón de la creación".

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