Murió alguien que conocí en mi juventud, salimos juntos, vivimos juntos en algunas partes del país, nos intercambiábamos cartas cuando ella estaba muy alejada o allí mismo en los llanos orientales, en Japón, en Suiza, en España... Si, ella viajaba mucho. Hace dos años dejó su residencia en Suiza y se volvió a Colombia a buscar el campo. Aún nos vimos hace 10 días que viajó desde el pueblo donde se había refugiado y almorzamos bandeja paisa mientras recordábamos de que iba lo que hacíamos y como planeaba aparecer en el Búnker con sus dos hijos. Siempre recordaba las bromas que le hice: cuando deambulábamos por los parques de Bogotá yo fingiéndome extranjero y ella traductora o cuando golpeábamos paraguas con la mano y nos mandábamos la mano a un ojo para que el dueño del mismo ofreciera disculpas. Ella no soportaba la presión y se reía antes y había que reírse de ella misma por su interpretación de transeúnte herido. Recordaba bastante aquella en que nos escondimos de la aya de sus hijos y al aparecer yo de repente tras una puerta, ella se orinó en la ropa. Jamás dejó de contar la vez que me envió 500 dólares cuando recién estaba aterrizada en Lugano, pidiéndome que le enviara por un correo ems ─un tipo caro y raro de correo que se llamaba express mail service─ lo más dulce que encontrara que allá no habían dulces buenos. A la mañana siguiente le llegó por correo expreso de 70 dólares, una libra de panela de 5 centavos de dólar. Lloré de la risa, contaba mientras se repasaba los labios con el carmín encendido. No es de extrañar que cargara aún, después de tantos viajes, en su maleta, un cofre con cartas y un par de bolas de peluche con una banda que rezaba "Nada más tierno". Su frase favorita era "nada más tierno que unas güevas de peluche" y aprendí lo básico de la peluchería para darle el regalo más tierno de su vida. Bromas, chistes flojos, escarnios, ironías incisivas y disertaciones menores, días malos, restaurantes sin fin y ciudades bastantes. Hace 15 años me pidió que me casara con ella. Ya tenía nacionalidad Suiza y ya se había llevado a sus hijos y ahora con un certificado de matrimonio que garantizaría mi ingreso a la unión europea y una visita al CERN todo pago, me seducía para que me quedara a vivir con ella. Desaparecí por un tiempo largo, le tengo miedo a las relaciones con certificado. Ella igual seguía llamando desde Europa y conversábamos hasta 40 minutos en los que me hablaba de sus hijos, de sus logros, de sus dolores, de sus muchos matrimonios. Se casó con un francés de apellido Duty y con un suizo alemán de apellido Barcellandi. Con un policía austriaco y otros más que no recuerdo porque nunca seguí su lista completa. Cuando hizo el intento de regresarse a vivir en Colombia, vinieron dos de sus maridos Christian y Marcelo y yo trataba de entenderme con ellos en un inglés espurio, que ellos aceptaban para mediar y no chistaban mucho. Tras un accidente de uno de sus hijos y un par de robos, volvió a Suiza con el rabo entre las patas y no regresó a Colombia sino hasta hace un par de años que uno de esos hijos fue deportado por posesión y ella se volvió a acompañarlo y a buscar campo. Cuando nos vimos se quejó de un dolor en el bajo vientre pero sin darle mayor importancia. En la mañana del día siguiente me comunicó que debió ir a un hospital por ello y por un dolor de cabeza. Jamás supe más de ella misma. El sábado me buscaban por redes, lo que yo no uso y cuando me dieron el mensaje: "mi mamá fairso para que avises Jaime." Comprendí y busqué como comunicarme con el hijo en cuestión que aún le costaba bastante hablar español claro. Cáncer fue el diagnóstico, fase cuatro. ¿Qué agrego? Es aquí donde no soy bueno, no me pesa la muerte del otro, me pesa la mía que la de ella me recuerda más cercana. No soy bueno en dar adioses y en ofrecer consuelo donde yo no lo tengo. ¿Quisiera que hubiera podido despedirme de ella? ¿Se puede uno despedir de un cadáver? ¿Esperaría uno que le escuchara desde algún otro lado? Sé que no. La magia no existe, todos son trucos baratos y caros y, los muertos, como ya he dicho, muertos están.
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