Padecí la simonía de manos de Mario Puzo y fui el papa Alejandro Borgia, asesiné y violé todas las leyes, cometí incesto y urdí estratagemas para conservar el poder, vendí a Lucrecia y envenené, todo por la fe. Cometí un asesinato brutal siendo Perry Smith y Dick Hickock y a muerte fui condenado, pero antes viajé por Estados Unidos y crucé la frontera con México sin remordimiento con Capote. Recorrí todo el país de las maravillas de manos de Alicia y conocí a la reina de corazones que le encantaba mandar cortar cabezas y a la liebre de marzo y a la oruga y al conejo blanco, Carroll me los mostró. Perseguí a Mona Sofía y descubrí el Kleitoris con Mateo Colón de Andahazi y por supuesto que en esa ocasión visite la Italia, con él y con Fernando Dias Plaja. Conocí al cuatrero Pancho Villa y organicé una revolución porque estuve en los zapatos de Demetrio Macias de Azuela y aproveché para dar una segunda vuelta a México. Fui el Martín de la Noria de Ortíz Betancur y la inspiración completa de "el Arenal" que me llevó a cantar las letras de "tirados al azar por ahí". Fue con Maquiavelo que aprendí lo que debo hacer si quiero volverme rey o político y que al golpear hay que hacerlo de tal manera que no deje lugar a reacción. Fui Luis Alejandro Velasco de García Marquez, varado en una balsa por días y fui Arthur Gordom Pym haciendo el juego de la muerte para ver quien nos quitaba el hambre. Con Vitus Dröscher pude ver lo parecidos que somos a los animales y me sentí como uno, aunque sólo me confirmó lo que me dijo Morris. De Hesse recorrí los senderos que piso Sidharta y envidie a Govinda pero también probé todos los excesos y pude ver las dos culturas del alma y del cuerpo con "Narciso y Goldmundo" y con él mismo, fui Sinclair para reconocer la marca de los condenados en "Demián". Con Camüs viví la peste en dos frentes en Orán y en Cádiz y fui Jean Baptiste, el juez penitente que buscaba ser dios redentor. Viví como Calígula y mate a mi hermano en un sucio hotel como también fui "El extranjero" que tantas glorias me dio con el "de GP para la sociedad" en el que puse a Mersault en canciones. De Nietzsche aprendí el valor de la verdad y recientemente terminé de leer "El día que Nietzsche lloró" de Yalom. Magistral, pero dudo que Nietzsche llorara y lo peor es el título, pero en él aprendí que hay que preguntarse siempre cuánta verdad somos capaces de soportar. En "El Crepúsculo de los ídolos" aprendí que hay que ser simple y decir en poco lo que ha de decirse, sin academicismos, en "El viajero y su sombra" hablé conmigo mismo y conmigo mismo me encontré, a más que me encontré con esa dulce analogía del dios prisionero, con "Así habló Zaratustra" me encontré siendo el súper hombre y creí en mi propia voluntad como también supe que la verdad y la mentira son cosas circulares y que no se separan para siempre sino que convergen en algún camino llamado instante. En "La genealogía de la moral" como en "El anticristo" supe de la muerte de dios y de la moral cristiana. Por Bramaghupta!!! de ese poeta loco que fue Vargas Vila no puedo enumerar uno sólo de sus libros porque en 60 volúmenes sólo repite y yo lo hago con él, el desprecio a las medianías, a los dioses, al cristianismo; repite su amor a la libertad y su liberalidad revolucionaria; repite su bandera del pensamiento y su afinidad con la volición... a él también lo volví canciones. A Sade le debo mucha filosofía, aunque trunca en sus libros por el deseo vicioso, aparece clara en "Julieth" y en "Justine", el vicio y la virtud y en ambas aprendí su incesante lucha contra el cristianismo, contra la religión que toda es un asco y esa misma impertinencia es aventajada en "los 120 días de Sodoma" donde aprovecha el sexo para gritar verdades y yo las grité con él, Fui Saint Ange y Dolmancé enseñando a Eugenia las verdades del amor en "la Filosofía en el tocador" y fui el moribundo y fervoroso ateo que conversa con un sacerdote en "Diálogo entre un sacerdote y un moribundo". Soy yo quien decido el viaje y tomado así podríamos hablar antes que de una virtud, de un vicio y he tenido malos viajes por ser incapaz de bajarme del tren y además que es por ello que puedo decir la náusea que me han causado autores como Vargas Llosa y su "La casa verde" repleta de repeticiones que me dan escalofríos y repetí esa mala sensación confirmando el mal viaje en "La ciudad y los perros". Leí a R. T. Kiyosaki, ¡qué pobre! o ¡qué pobres! porque en esa larga lista están Deepak Chopra, Paulo Coelho, Richard Bach, Elbert Hubbard con su asquerosa apología a la sumisión; Jostein Gaarder con ese ignominioso resumen de filosofía; Platón, con los mamonsísimos diálogos de Sócrates para concluir que nada sabía y que, como dijo Bastos, empuñando la palabra del Karai Guasú: "mereció la corrección de la cicuta porque cómo podía saber el peripato que no sabía nada si nada sabía". Aquí me hallo en un punto de disensión con los filósofos que adoran a Sócrates. No me importa. no escribo para halagar o buscar quien adora lo que yo u odia lo que yo. Mi individualidad y mi viaje están marcados por estos recorridos con amigos de todo el mundo que espero me sigan deparando gratos viajes... y ¿por qué no? causándome vértigo y hastiándome también.
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