jueves, 3 de enero de 2019

Momento Ajá

Me encontré hoy al levantarme con una sensación de "Eureka". Fue la sensación de Arquímedes, según cuenta la leyenda, cuando descubrió la manera de saber si una corona era completamente de oro o no, el empuje y su relación con la densidad. Pero, ¿qué fue lo que vislumbré o descubrí? debo empezar por partes. Miraba una vieja película o tal vez nueva y comenté sobre un parecido, para ejemplificar dije: "ve, esa joven se parece a Nelly Moreno" y algunas personas me dijeron que estaba loco, que no había ningún riesgo de tal parecido y en otra ocasión ─tal vez alguno olvide que mis dos peores receptores universales son la vista y el olfato─ dije: ¿"ve esa no es Ruby Rose?" y de nuevo, algunos me apuntalaron diciéndome que ¿en qué se te parece? que ciego, que no sé nada de fisiognomía que... Recordé años atrás cuando vi a mi hijo Alejandro de unos 8 ó 9 años y se los presenté a algunos amigos y aclaré que el niño no se parecía mucho a mí, pero que era vivo retrato de su mamá y ellos respondieron: "si es igualito a vos, las cejas, la nariz, los dientes... de la mamá es que no tiene nada" o alguna vez que me enviaron fotos de mi hija Valeria, donde, para mí, eran sólo mis rasgos: pelo lacio, morena, velluda y algunos juraban conmigo: "esa no la puede negar". Hasta ahí la introducción de mis partes y las revelaciones sobre mis hijos. De pronto y recordando estas situaciones, me quedé arrobado y me pregunté ¿por qué buscamos que alguien apruebe lo que nosotros creemos o lo qué pensamos? ¿para qué necesitamos sentirnos acompañados en una decisión?  ¿por qué exteriorizamos tales ideas? y yo  mismo me respondí: La maldita interacción social a la que nos tienen acostumbrados y la que ha sido salvaguarda de nuestra existencia en este planeta ─seguro estoy que si el hombre no se hubiese reunido en manadas, no hubiese subsistido─ por centurias; el instinto de manada que nos lleva a sopesar una idea con el fin de hallar prosélitos que confirmen que nuestra idea es correcta y sentirnos seguros de nuestros sentidos receptores y de nuestra memoria; la necesidad de hacer manada con una misma idea; el miedo a estar solos en una decisión nos aterra y por eso buscamos apoyo, aunque sea algo tan nimio como el placer por una película o el gusto por una comida, o la necesidad por una época o la manera como vestimos. ¿Qué importa que nadie vea a Nelly Moreno en donde yo la veo? o ¿Qué importa si la ven diez conmigo o cien contra mí? En esa actriz yo veo rasgos que están en mi cerebro y se parecen a los rasgos que tengo de Nelly Moreno en mi mismo cerebro y que cien me apoyen o nadie me apoye, no cambia nada. No me voy a ir a cazar con los que me apoyaron, ni me interesa hacer gremio de "Los que pensamos que tal actriz, de tal película se parece a Nelly" ni voy a poner página en internet para explicarlo, ni haré ciencia de ello. Ergo, o debería evitar el comentario ─estúpido por cierto─ de: "ve, esa joven se parece a Nelly Moreno" o hacer entender a los demás que esa es mi maldita humilde opinión y expresión de los recuerdos de mi cerebro o dejar de acompañarme para disfrutar de una película para matar el tiempo. Es verdad que hace mucho tiempo que no veo nada en grupo y que ver partidos de fútbol o noticias o... ver en general se me hace distópico. Buen punto, aislarse es una manera excelente de evitar este tipo de comportamientos de masa de andar esperando aprobaciones ajenas. Hay que hacer lo que se debe hacer y si en el camino alguien está de acuerdo, adelante y con valor, por ejemplo, a mí nunca me cayó bien Sócrates y la vez que lo expresé en una exposición en la universidad, el profesor y más de un facineroso se burlaron de mí o me contradijeron, pero de antemano le había dicho al profesor: "esto es lo que yo pienso de ese viejito cacreco que molestaba a todo el mundo porque el sabía más que ninguno porque sabía que no sabía nada y sobre eso es que le voy a exponer" y estuvo de acuerdo aunque me reconvencionó sobre épocas y sobre pensamientos y lo importante del peripato y su aporte a la humanidad y sus dos alumnos, y la mayólica, perdón, la mayéutica, que el eje de la filosofía griega y...
Hay una especie de salvedad en cuanto a todo esto. Si la vejez de nuestros sentidos les hace fallar, si ellos ya son inútiles, no podremos oler el humo, ni ver al tigre, ni darnos gusto. No queda más remedio que pedir intervención ajena sobre si la casa se quema o no. Salvedad hecha, salvedad olvidada.
No me gustan mucho los puntos aparte porque alargan innecesariamente un escrito, pero a veces son necesarios y acá lo fue, para expresar que lo más importante es lo que nuestros sentidos nos dicen, que dudar de ellos es necesario, pero que expresar opiniones no requiere de seguidores, la próxima vez que alguien no esté de acuerdo con usted en cuanto a cualquier percepción. Aclare: "yo no pregunté si a alguien le parecía, expuse mi opinión". O sea menos dramático: "Lo que a usted le parezca es a usted y no necesita que a mi me parezca" "Opiniones hay muchas y gustos también". En fin, dejemos de expresarnos, aclaremos que es opinión y que no buscamos amanuenses ni partidarios, dejemos de socializar o aislémonos, cualquier solución es buena y yo ya tomé la mía. Lo importante y donde estaba la epifanía, es que somos un montón de masa cobarde incapaz de aceptar que nuestros sentidos es lo que tenemos para enfrentar el mundo y por eso buscamos apoyo en cualquier decisión y hasta en lo más estúpido que es corroborar que los dos vimos a Nelly Moreno.

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