domingo, 25 de junio de 2023

La ignominia de dar la opinión.

 Tiene que estar uno muy rallado para ofrecer la opinión sobre algo, por lo menos pensar que lo que se piensa tiene algún valor o que tú punto de vista ayuda a alguien en particular. Durante una clase me preguntan qué opino del incesto o qué llevo en mi estuche personal, por qué visto igual siempre o por qué tengo el cabello largo, qué es lo importante de saber hablar o saber leer y para qué sirve o cómo se come tal o cual cosa. Si es verdad que viene un asteroide de 35 kilómetros o sobre las maravillas de asteroides que brillan en tonos verdes. A mí no me queda más que repetir mis lecturas científicas sobre aquellos temas que, creo, manejo. ¿Es verdad que puedo dar una opinión sin estar certificado para ello? Tan cierto es que la doy y trato de aclarar en qué páginas me he basado, en qué argumento científico me apoyo y cuál es mi postura con respecto a. Los que me conocen saben lo que pienso sobre las falsas noticias, sobre lo engañosa que es la red y sobre las creencias pueriles de la gran mayoría. Conocen mi posición sobre los ovnis, los extraterrestres, los libros de superación personal, la tierra plana, el niño dios, la trinidad y el espíritu santo. ¿Sirven de algo mis reconvenciones o son lo mismo que las reconvenciones de los demás? Claro que son lo mismo, son una maldita opinión personal y una interpretación de la lectura que depende de mí y yo la llevo al aula creyéndola mejor que la interpretación del otro y es probable que haga más daño que las contemplaciones repetitivas de esos ciudadanos bien educados en La Política de Aristóteles. Fíjense bien ¿Para qué sirve tener buena ortografía o tener una letra bonita? ¿Para qué sirve aprender inglés, física, química o matemáticas? De buena fuente sé que el grueso de la humanidad no maneja ni siquiera los conocimientos mínimos de cada una de esas áreas y que cuando son buenos en una de ellas se hunden en algún parlamento tipo secta que los aleja de la ciencia de aquellas. Conozco un químico creyente que cree que el agua "piensa",  un matemático que da gracias a dios por el teorema de Pitágoras y un físico que cree que dios tuvo un dedo metido en el Big Bang. No se me vayan a aburrir todavía, lo que yo hago en estas páginas y en mis libros es eso, dar mi opinión sobre diversos temas que me acongojan, pero no obligo a nadie a leerlos, como no obligo a nadie a escuchar mis canciones o a interpretarlas. El problema sigue siendo ese, que hay que estar muy rallado para dar la opinión, hay que ser muy egocéntrico para pensar que un libro salido de la imaginación de uno, pueda aportar algo nuevo a este variopinto mundo o que una canción de la autoría propia pueda llevar un mensaje que otros miles ya no han llevado de boca en boca y con más poder de convencimiento. ¡Yo digo lo mío y de malas! Pues exactamente eso hacen los brillantes cantantes de cada género musical y se auto promocionan como lo mejor y lo más visto y las editoriales sacan best sellers cada año, que ya por ser eso, son. Por eso es que la opinión hace tanto daño a los infantes y a los que aún tienen el cerebro en pañales, por que la repetición es la forma de aprendizaje de los monos y de los sapiens y vaya usted con ese problema a declarar que es partidario del suicidio, del ateísmo o de la autarquia, que usted le vendería su alma al diablo si pudiera o si tuviera, que usted no dudaría en tener sexo con su hermana o su tía si le dieran chico o que usted se niega a rendir culto a los muertos... No son palabras de un educador y lo más seguro es que se gane una destitución por pensar diferente ¿y? Vuelvo al principio. Si es muy bobo el que ofrece sus pensamientos, sus opiniones y sus dolores a cambio de nada, pero yo levanté la mano y dije: soy bobo y creo en lo que pienso. ¿Saben qué? Creo en ir en contra de la corriente. Me gustaría pensar que en un país de ateos yo sería un creyente; que en un mundo de gente informada yo preferiría la ignorancia y en un mundo corroído por el odio yo practicaría el amor. ¡No va pasar! La humanidad es naturalmente servil, chocantemente creyente y saludablemente hipócritas.

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