Recuerdo alguna vez que me dijeron: "Hombre murió su abuelo" y mi instinto de protección me arrojó a un camping de 15 días entre las montañas. Cuando volví, mis padres no estaban contentos, pero yo no hice el ridículo de homenajear cadáveres. Unos años después moriría una de mis tías preferidas, como a los perros me alcahueteaba las salidas de camping y me protegía del ardor encantador de mis padres. Ya más maduro no me oculté, pero no hice ningún esfuerzo por acompañar a mis primos tan queridos por mí y a mi tía a su sepulcro. Tres meses después bajaba de las cavernas del Nus y entré al pueblo y pasé por el cementerio, mis primas jamás me perdonaron, el sobrino preferido no llegó a la cita última. Recuerdo la muerte de Alex, que murió con una camisa mía "Con las manos arriba" rezaba el logo; esperé a que todos fueran al cementerio y lo acompañaran, yo me quedé en un parque cercano pensando en la vida. Cuando Mataron a Natasha no hice el menor esfuerzo pro aumentar el millar de locos que la llevaron al cementerio de San Pedro y la lloraron, entre botellas y lágrimas, yo sólo escuché lo que me contaron; no fui al entierro de Mota'e'perro, ni al de Memín y, sinceramente, no espero ir al mío. Órdenes estrictas dejo para que sean cumplidas: ni velos, ni velas, ni catafalcos, ni túmulos funerarios, ni sindones. También recuerdo cuando me han dicho: "mire, es que su hija está mal herida" o "su nieta se accidentó" "A su padre le dio un infarto". Esas cosas, son cosas, no pueden cambiarme, ni matarme del susto, ni preocuparme demasiado, esas cosas pasan constantemente y yo vivo en el mundo, porque habrían de preocuparme; ¿Qué puedo hacer yo para aliviar o remediar tales males? ¿Llorar? ¿Mostrarme como un ser compasivo y empezar a gritar como una magdalena? ¿Abandonar toda labor y pasearme de un lado a otro incontrolable? si llorar aliviara, con gusto lo haría, pero yo no bajaré al sepulcro por otra persona. Si las personas que estaban al lado de los heridos actuaron con lógica, ya están en un hospital, o en manos aptas para solucionar o aliviar en parte su dolor. Si el punto era que me enterara ya lo hice, estoy enterado. Cuando haya terminado mis obligaciones, de seguro dedicaré tiempo a pensar en las posibilidades de visitas, ayudas económicas u otras. Las conmiseraciones, las penas y demás no son útiles y por tanto, yo las desprecio. Llegar a preguntar ¿cómo? ¿por qué? ¿por qué a mí? no sucederá conmigo. No soy fatalista, las cosas ocurren y no dejarán de ocurrir. A eso ya se han acostumbrado mis parientes: "Jaime te llamo para informarte que tu primo Memo murió hace dos meses" "Oiga mijo. la semana pasada murió su tío A. Y ayer enterramos a su tío G. Era para que supiera." La muerte, la dulce partida, debería ser mejor entendida, es una cosa natural que tarde o temprano habrá de pasarnos, para que armar tanto alboroto y para que comprar honras fúnebres, ¿muerto uno a que enriquecer a otro? acabado el ciclo vital ¿A qué aspavientos? Me acordé de una anécdota atribuida a Xenofonte; le llegaron a avisar que su hijo había perecido en batalla y este contestó: "Ya sabía yo que lo había criado mortal." Descansad.
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