domingo, 21 de abril de 2019

El placer de viajar

No es una conclusión mía, ni por cerca, que los audífonos y el mp3 son uno de los inventos más impresionantes y espectaculares de la civilización moderna. Sé de sus problemas y de que si le ponemos demasiado cuidado a esos aparaticos, saldrán a atracarnos al vernos descuidados en la calle y si vamos conduciendo un vehículo, puede llegar a ser mortal entretenerse con las notas profundas de "Lightning breaks" o acelerar sin prejuicio en el crescendo de "We have a bigger problem now". También podemos sufrir de sordera prematura y hasta ser tratados como groseros por llevar puestos los audífonos en momentos, este, ¿cómo decirlo? especiales... yo pongo por ejemplo escuchar "waiting for the worms" mientras se tiene sexo y hacerlo con audífonos, puede no ser muy bien visto y quienes van a una clase o a una conferencia o incluso los empalmados que van a las reuniones de las iglesias, se llevarán un tremendo regaño del pastor por no estar ahí teniendo "presencia plena". Incluso podrían decirnos egoístas por no compartir las notas sublimes de "Confortably numb" o de "California Uber alles". Antes había que salir con un mamotreto de grabadora para tratar de apaciguar los sonidos externos tan incómodos, luego apareció el "walkman que, disminuido en tamaño, requería una buena provisión de baterías y de cintas al gusto. Igual pasó con el "discman", con el aumento de calidad en el sonido pero con el problema de portar una misma cantidad de baterías y discos aún más delicados y costosos. Pero apareció el formato comprimido mp3, las memorias flash y los reproductores y alguien los juntó todos... de ahí en más, nos convertimos en máquinas de andar escuchando música. En 8 gigabytes yo tengo unas 40 carpetas con toda la música mía ─la compuesta por G.P., Punkies y Jimmy Jazz, más los "ft" a los que he sido invitado─ y la que me gusta: Plasmatics, Kennedys, La polla, Siniestro y hasta un poco de Julio Jaramillo y canciones para aplanchar. Todo eso cabe en un dispositivo no mayor que una cajetilla de cigarrillos y cuya batería, siendo modesto, le dura 3 días continuadamente. A partir de ahí, viajar en bus, mientras me toque en la parte de atrás sin compañero o en asiento sólo, es un placer. Se hunde uno en las melodías y se transporta al escenario o aprende las letras más difíciles y las repite las veces que quiera ─con el disco no era difícil, con el cassette era una odisea─ y, aunque por respeto no vamos cantando a voz en cuello, si la cosa es en un camino, nadie puede bajarme la voz y allá voy: "Ellos dijeron suerte al control, pero no lo quisimos en la firma..." "Te habéis olvidado de lo que solías ser y ahora curras pa'l sistema..." "cuando entren en tu hogar, ¿cómo les vas a esperar? ¿con las manos en la nuca o en el gatillo de la star?" y lo mejor de todo es que el que te observa desde afuera dice: "ese es un loco" o "un idiota" y lo que tú verás será sólo el movimiento de los labios pero lo importante es que pocos, poquísimos se atreverán a hablarte o a preguntarte algo. Con el canto y los audífonos les decimos que no estamos interesados en nada más y que suerte; con cantar en susurro el otro sabe que estamos entretenidos y que no queremos recibir galletas o pomadas y que no nos importan sus cuitas o a dónde se dirige o si se quedó sin pasaje o si sus hijos sufren hambre y sed por un gobierno opresor o si vende el mejor cepillo del mundo para cuidar la boca y encías o las lociones sin impuestos y los relojes piratas y las cadenas de oro goldfilled; nos aislamos de la monótona y estridente música actual de todos los buseros y chóferes y de todos los jóvenes que sienten que no hay nada más grande y que se suben a improvisar un rap con una pista o de los trovadores que te dedican sus repentismos vulgares para que todos disfruten un momento de risa y esparcimiento ─de seguro un conductor rockero también debe ser muy mamón poniéndome a escuchar rock inservible o de emisora─ o del impertinente que llevando su celular o uno de esos bafles reproductores trata de opacar y de mostrar cual es su gusto siniestro y por demás, inepto. A mí personalmente no me interesa nada de lo que otro escucha y si le gusta lo mío, peor, no quiero ponerme a oírme y a escuchar babosadas al respecto. Si oye algo mejor o peor no es importante, lo importante es que el mp3 te permite aislarte y aislar a los otros, dándoles a entender lo que te importan: un escrúpulo.

PS: Alguien puede decir que lo mismo pasa con las redes sociales y estar en lo cierto. Pero es más grosero estar en una reunión encendiendo y apagando las redes que llegar de antemano advirtiendo: "No estoy dispuesto a ponerte atención y lo que hagas o digas me importa un maravedí".

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