miércoles, 23 de septiembre de 2020

Cerrar el mundo

 Bueno ya habíamos hablado de los sentidos y de cómo son necesarios y hasta prácticos. ¿Se imaginan ustedes que no pudiéramos cerrar los ojos? O ¿Qué nuestros oídos captaran ondas sonoras en un rango más amplio del que lo hacen? Hiperestesia es la sensación de aumento de estímulos. Es una maravilla poder captar el mundo en infrarrojo y en microondas e incluso en impulsos eléctricos u ondas de calor. Es todo un problema si detectamos todos esos patrones en una sola ojeada o si pudiéramos ver los millones de ondas de radio y televisión que atraviesan el aire en un momento determinado. Si nuestros oídos captaran el canto monótono de cada estrella o el crepitar de un volcán respirando antes de hacer erupción. Si escuchásemos el eco de la radiación de fondo, nuestra escucha sería un eterno retumbar sobre el que aparecerían los otros ruidos para llamarnos la atención o tal vez se cancelarían unos con otros haciéndonos caer ante un predador en acecho que no pudiésemos detectar. ¿Será que en realidad escuchamos todo y nuestros cerebros aplanan todos los demás datos despreciándolos para no enloquecernos? ¿Será que vemos todas las longitudes de onda, pero nuestro especial cerebro filtra la información de ciertos rangos, el de los colores, y sólo nos muestra la información entre 400 nm y 750 nm? Parece obvio que las feromonas llegan a nuestras fosas nasales, pero los bulbos olfativos las desprecian y no causan un impulso que nos permita detectarlas, similarmente no tenemos como captar infrarrojos o microondas y menos se activa nuestro laberinto por señales auditivas que no estén entre los 20 y los 22000 Htz. Las demás señales están ahí pero, o son irrelevantes en nuestro entorno y la naturaleza las desprecia o no ha requerido nuestra supervivencia de ellas y por eso se han cancelado o son indetectables con nuestros sistemas. Nuestras consignas primarias son alimentación, refugio y transmisión de genes y al parecer no requerimos detectar más allá de lo que detectamos para cumplir esas consignas. Si nuestras parejas o el alimento sólo pudieran verse en infrarrojo, habríamos desarrollado la facultad de detectarlos. Lo observable es lo práctico, no hay manera de discutir con la naturaleza, pero ¿se imaginan que el ser humano pudiese cerrar el mundo sensorial? ¿Qué pudiésemos cerrar nuestros oídos como nuestros ojos y desconectar el tacto a voluntad? En las selvas hubiese sido la perdición para el humano, pero ¿en nuestras ciudades sería catastrófico? No dejo de pensar la bendición que sería poderse desconectar de la humanidad por ese método: caminar por la ciudad sin oírla y encender la audición sólo en el momento en que estemos interesados en el bullicio humano. Apagar la visión cuando nos hartamos de sensaciones ópticas, ya para experimentar con los otros sentidos en pleno o ya para descansar y dejar toda esa área del cerebro aplicada en otras tareas, ya para, simplemente, no ver la humanidad. Dejar de sentir el mundo a voluntad es sueño de misántropos, pero dejar de oler cuando estamos en la podredumbre y apagar el gusto al consumir, por deferencia o por necesidad frente a una droga asquerosa, algo que nos es desagradable sería una maravilla en cuestiones de tacto y de supervivencia al comer un cadáver podrido o al visitar zonas de desastre. Desconectar el tacto y las sensaciones nos haría inmunes al dolor y al amor !el sufrimiento es opcional¡ Ventaja evolutiva no creo que exista pero !qué descanso¡ !qué maravilla! poder prender el mundo a voluntad y apagarlo igualmente. Resulta una lástima qué sólo existe manera de apagarlo de una vez y para siempre.

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