Pensaba al lado del profesor Alonso, la ignominiosa forma como el macho de la especie homo trata a su hembra. El ser más bello y adorable, tierno y deseable, decía él mientras se preguntaba el porqué del tratamiento que recibían de los del otro género de su especie. Si nos fijamos bien, cada desgraciada sometida al escarnio de un marido, de la religión y de la moral, no es más que un apéndice del señor de la casa, la concubina súcubo a la que se le niega el placer porque sólo lo aporta, las cuidaniños, cuidacasas, fregonas y cocineras. Eso con las casadas a buen recaudo de la fe católica que deben cumplir con la culpa y cuota del pecado original de haberse dejado seducir por una serpiente y por el sabor de la ciencia y la sabiduría que el dios alfarero no quería que tuvieramos. Seguramente si. ¿Y las otras? ¿Qué hacen las otras hembras de la especie? Salen a contonearse y mostrar las medidas de modelo impuestas socialmente y un poco más, a lucir los últimos gritos de la moda en ciernes y a tratar de seducir para que el bobo de la especie se abalance sobre ellas y les diga mil guachadas de las que luego se sentirán orgullosas. ¿Por qué? Muchas se pegan de la basura más infame y se dejan embarazar para atrapar al más vil de la especie, al pillo, al pistolero, al sicario, al vicioso y hasta el ñero. Hibristofilia le llaman algunos, aunque por evolución empujada diría que están tratando de hallar un macho alfa para protección. En la naturaleza no se ve más que machos alardeando a las hembras para conseguir un poco de cariño, que ni cariño, puro sexo rudo y consensuado para traspasar los genes a la siguiente generación. Óigame, cosa curiosa, es el macho el que debe mostrar cualidades para que la hembra decida si los genes, la salud y la calidad son suficientes para soltarle la matriz de reproducción y mezcla de genes. ¿Existe alguna hembra entre los animales que no sea la privilegiada para escoger al macho a su gusto o por lo menos al gusto de la evolución? ¿Qué le pasó a las mujeres, hembras de la especie homo que se dejan mangonear, golpear, mandar y encerrar del macho de la especie? Más lejos deberemos ir con este insermo porque parece faltarle un tornillo a la hembra sometida ¿Por qué no se da cuenta que ella es quien posee el poder y la fuerza para someter al macho? ¿Qué la impulsa a quedarse bajo el ala que la desprecia y la humilla? ¿Instinto? ¿Evolución? ¿Fuerza? Desconocimiento, eso parece ser lo único que limita a la hembra en la postura de sometida bajo el yugo de la canalla. Aunque puede haber otro ingrediente: miedo. No encuentro más manera de explicar tal sometimiento. Millones de años pesan en el subconsciente femenino que la empujan a pensar que sin un macho al lado le será imposible subsistir. La época en la que el embarazo se alargó y el vástago nació con menos posibilidades de defensa ─cerebro más grande, paso cervical estrechado por la postura erguida─ pesó infinidades en esta decisión de aferrarse a un macho fuerte que la protegiera y consiguiera el alimento mientras ella prodigaba cuidados a la cría. Evolucionismo en pleno que afecta decisiones que luego darán clara muestra de ser ciertas o falsas pero que son sopesadas más por comparación que por experimentación. Igual es necesario que las hembras de la especie se olviden de tales parámetros y reconquisten su posición de hembras privilegiadas de la naturaleza que esperan ver a los machos lucir sus cualidadades mientras ellas deciden a cual de ellos entregar su amor o por lo menos su rato de pasión. Para ello también hay que ir contra la moral impuesta y la religión imperante porque ¿Quién más es culpable de tal ignominia contra el bello sexo? La educación, la religión y el atavismo.
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