viernes, 24 de diciembre de 2021

CPE

 Se está como se puede estar porque no hay otra manera de estar y cualquier postura es estar. Pareciera perogrullar de la manera más simple pero es la manera de estar y no vaya a pensar el lector desprevenido que se quiere llenar de estados un acápite de estos insermos. Quisiera dudar de si el otro quiere escucharse a sí mismo en cada conversación y lo duro que puede serle el cargar un dictáfono para repasar las largas monsergas y soliloquios sobre lo útil o inútil de una charla alargada o no, o de un diálogo en términos de retahila. En la última reunión del venerable consejo de padres y profesores para la promoción y evaluación estudiantil, se reunieron, como siempre, los directores de grupo y los representantes de los mismos al igual que un representante de los padres por cada grupo y las directivas del colegio y se arrancó indefectiblemente con un saludo y una reflexión y hasta una pequeña introducción de lo que hace y dice el consejo en cuestión que no es más que repetir la aprobación y desaprobación de áreas y asignaturas por grado, sede y alumno. Toma la palabra el mandamás en turno y asegura que es importantísimo, que no siendo importante resultaría un crimen la perdedera de tiempo y el sútil arte de retrasar el almuerzo y ocupar el tiempo de las ocupadísimas madres de familia que le roban unas horas al oficio de servir, amar y honrar al esposo en casa, aunque no creo que lo deshonren por asistir a una reunión tan importante y comprometida y menos que se les ocurra ponerse a pensar escenas del Juliette de Sade con los asistentes, que poco más o menos son más que cadáveres de seres humanos que creen en la importancia de darse importancia y que ninguno es reconocido por sus dotes de sensualidad en la palabra o en el vestir. Seguramente el directivo más importante no se percata de que sus palabras son somníferas y amodorrantes y que nada traen de nuevo, a no ser que, como el redentor, funge de director de la nueva religión y aunque no piense morir en la cruz y se salte los esloganes de los sponsors, va de lleno a la hartería. La mayoría de los presentes tratan de parecer interesados en la charla banal y vana pero ocupan su tiempo mirando de reojo ese aparatillo que se ha metido por todos lados y en el que se pueden recibir conversaciones, que aunque vanas y banales, interesan más que lo que dice un pedagogo certificado por la real academia de la lengua y no falta el desacatado que pone a mamar la prole mientras tan insigne personaje dirige tan importante evento, ni la profesora que con sus ardides de autodidácta saca un ovillo de lana y teje desaforada el babero que debe mostrar en la siguiente clase a sus alumnos. Un alumno que aprende por imitación, la imita como el mono y también saca su tarea de lana y prolijamente va encadenando la puntada mientras recibe la aprobación del público más interesado en ver a un hombre de punto y cadeneta que en escuchar las matazones de alumnos con cinco, siete y hasta doce asignaturas perdidas, como tampoco se dan cuenta que la coordinadora confunde a Freddy con Norvairon y no tiene idea de que área y asignatura son cosas diferentes. Ni se les ocurra por un momento, que esta redacción se hizo a tales horas y que no hubo otros distractores apabullantes como la llegada tarde de algunos comensales de la palabra que fueron a almorzar antes de atragantarse con tanto vacío y menos que a otro se le ocurrió en plena instancia, atravesarse para cerrar la ventana y evitar que los que quisieran dormirse no pudieran hacerlo por el frío intenso que por ella se colaba, ni los dos doctos que se ubican en la puerta con el fin de escabullirse cada que es posible evitar el discurso, ya para disimular echando una ojeada y para hojear algúna cosa que distraiga y entretenga las ganas de dormirse o para pasarse mensajitos en la cartilla de las evaluaciones. Hubo un momento en que salieron para traer sillas faltantes y no disimularon con el ruido su inconformismo con el orador, que sintiéndose aludido, guardó silencio y postergó su inaplacable discurso para demostrar que él también sabía mostrar indirectas. A todo, por primera vez, la reunión no se hizo eterna con las mismas palabras, pues la directiva secundaria se tomó el trabajo de no citar a su hijo y de resumir, si así puede llamársele, los casos más abyectos de pérdidas y dramas escolares sin descartar que todo se debe a acomodaciones del sistema y de la actual nueva normalidad y no a que siempre ha sido de tal tamaño y manera. Quiso alguno ver el fin pronto de tan interesantes cuestiones, pero se atravesó en el camino una dama, que es la que la cuestión nos lleva a presentar como poseída de un demonio parlanchín que le hacía inevitable el dejar de producir sonidos. No puede decirse que todos ellos incoherentes y para tal es que debemos ver el dictáfono o, para ser más claros, reproducirlo y ver si lo que empezó diciendo no se traslapó en algún lado con otra cosa que no quiso decir y menos si estaba hablando en idiomas extraños de poseídos, como pudo pensar algún desprevenido que llegara a deducir el tema de la reunión por la palabrería de la dama. Recuerdo por ejemplo que alabó y veneró a la virgen y a los directivos pero se sintió triste y desolada aunque la culpa, si mal no estoy fue de la depresión y no de ella o de alguna cabeza visible en la reunión, la llegada del bus y cada clase que dió o ayudó a dar porque no entendimos los presentes si era profesora o seguidora acérrima de Santa Teresa de Calcuta y buscaba por todos los medios una canonización después del alegato. Un grande hombre interrumpió interesado en hacerse partícipe de los tres milagros y acordó que la educación, sin más, es educación y que no es por demás fijarse si hay retrasos emocionales y afectivos y en dirigir sus vehementes esfuerzos en que los visite un censor capaz de determinar tan intrincadas cuestiones. El más gracioso, sin darse cuenta, no supo porqué se extralimitó al decir que quería ser modelo de parquedad y mostrar las enseñanzas de Samaniego, cuando quiso decir el ejemplo de Saramago y se quedó callado a mitad de la frase porque comprendió lo impuro de su comentario y a pesar que disimuló, entendió que las entendederas no estaban para discursitos de tres frases. Su comentario insolente de nada sirvió y aún tuvo que escuchar las conclusiones del acta sin enmendaduras, aunque los presentes, sabedores del rítmo estudiantil, empezaron a golpear cuadernos, a doblar sus útiles y a comenzar a levantarse de su asiento como quien expresa que la cosa se va a dar ya por terminada, situación casi imposible de pasar por la cintura y por tanto la importantísima reunión se acabó con un "dios les pague".

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