Estábamos en un restaurante de racamandaca cuando la niña del menú nos ofreció la carta impresa bellamente con números sobre estampados en cifras recortadas como si de una carta de rescate se tratase. Al son de la primera dijo que no habían jugos de mandarina y que tampoco los había de mango y cuando pedimos un jugo de naranja objetó, que tampoco habían jugos de naranja sino zumos de naranja. Yo si me atreví a preguntarle la diferencia porque quien hace tanto énfasis en esas pequeñeces, seguro puede dar cátedra de diferencias, pero ella sólo sonreía como si le hubiese contado un chiste o me pareció que más bien su semblante me apuntaba como si dijese "hay gente tan estúpida en este mundo". Lo racamandaquiano se fue al atrio porque sólo le faltó decir que no había agua para ciertos jugos. Yo pedí un zumo de milo y volví a la disertación de la diferencia de un sumo, zumo o jugo. Bueno, todos saben que el sumo es deporte nacional del Japón y que se trata de un combate entre personas muy pesadas que aplican unas técnicas bastante rudimentarias pero precisas. Claramente la oímos como un adjetivo en sumo pontífice y sumo cuidado, donde equivale a lo máximo y lo non plus ultra o lo, para no alejarnos de nuestro inicio, lo racamandaquiano. Realmente es la forma de un verbo porque yo sumo dos más dos y otras tonteras sumo. ¿Y el otro zumo? ¿Y el jugo? ¿Es el milo un jugo o un zumo? ¿El jugo de la naranja no es el mismo zumo? ¿Debo llamar de una manera diferente a la naranja en su jugo o al zumo en su salsa? ¿Si no es jugo de frutas sino de bayas se llama diferente? Ella no explicó pero aclaró que no había jugo de naranja sino zumo de naranja aunque en español es muy difícil saber cuando alguien te habla con buena ortografía, yo, en mi infinita inmodestia, aseguré que lo que dijo es que no había jugo de naranja sino sumo de naranja. Si me hubiera respondido que el jugo equivalía a un licuado y el zumo a una majación extrema, sanseacabó y me callo, pero ella siguió con aquella mirada de "dios mío como puede haber gente tan bruta" que me aseguraba que se las estaba dando de polímata donde lo único que tenía que hacer era traer y servir o preguntar si el jugo exprimido o con adición de azúcar. Resulta que el Milo no es un jugo porque no se extrae de ninguna fruta, es una bebida y no es zumo como podemos deducir, aunque en su extracción debió adicionársele el zumo o el resumado del cacao, que de allí toma su sabor. La chica que nos atendió no volvió. Pude asumir que le caímos mal, al hígado, por pretenciosos de querer saltarnos el conocimiento de tan bella adláter dedicada a sacar de la ignorancia a los comensales desprevenidos que desconocen los alcances del sumo y del zumo pero donde a lo sumo sirven malditos jugos licuados, aunque lo que cobran por ellos alcanza para traerlos de la misma siembra y hacerlos debajo del palo con la fruta tan fresca como sea posible y sin detrimento de la sabiduría del ineficiente comensal.
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