jueves, 21 de diciembre de 2023

Libros de superación personal

 Bueno ¿De qué se tratan? ¿Por qué venden tanto? ¿Sirven para algo? Vaya pregúntele eso a un profesor de turno y le va a contestar que los libros de superación son muy buenos para los mensajes y las palabras de aliento al igual que para las reflexiones de inicio de jornada y cosas por el estilo. Los profesores buenos llevan a Juan Salvador Gaviota, ¿Quién se comió mi queso? El caballero de la armadura oxidada y La carta a García. Pregúntele al bobito común y corriente y le va a mencionar que un libro de esos cambió su vida para siempre y le va a contar tremenda historia donde el yo propio es protagonista con nudo, trama y desenlace, pero seguro haciendo énfasis en el desenlace y recomendándole que siga usted por ese mismo camino. De seguro que otro bobito le oye hasta el final. Pero no se apuren que libros y gurús de la autoayuda abundan en todas las escalas de la mediocridad. Yo siempre los he odiado por instinto de conservación. Creo firmemente que todos son patrañas muy cercanas a las teologías y deploro de ellos sin compasión. En todos ellos te animan a seguir algún tipo de rito iniciático como abandonar determinados vicios para tomar otros que le han dado resultado al autor: perseverancia, repetición, fe, amor, buenos hábitos alimenticios, buen trato con la gente, excelentes hábitos de ahorro. Algunos aseguran que basta repetirse a sí mismo cada mañana que somos capaces, que podemos, que nada puede pararnos, que somos únicos, que la vida es nuestra, que nada puede vencernos... Algunos hasta juran que se puede conservar la juventud eterna, alcanzar la unificación con el yo y hasta compenetrarse con algún animal gracias al uso de sustancias psicodélicas, mejunjes y preparados vomitivos que abren nuevos espacios a la intuición, el intelecto y la premonición y hasta a la defensa personal. Vaya estudie todos los gurús y se dará cuenta que no hay una propuesta diferente a la de las religiones llenas de ritos y oraciones repetitivas que, sabe la ciencia, a ciencia cierta, que no tienen grandes efectividades. Repita por 21 días "yo quiero un millón de dólares" o "me quiero aliviar del cáncer" o "deseo que mi enemigo peranito se muera". Un desarrollo juicioso del ejercicio le permitirá comprobar muchas cosas al cabo de los 21 días, del año o del siglo si lo aguanta. Lo que hacen estos libros es jugar con las mismas ambiciones de todos los seres humanos: ¿Alguno no desea obtener un millón de dólares o curarse o acabar con los enemigos? Y, conociendo que la manera violenta de conseguir esto o aquello es el trabajo arduo o que no existe manera de obtenerlo tratándose de una cura imposible, se apegan a la venta de santos y agüitas en botella con diluciones infinitas o a la compra, entrega de bienes, sumisión, apostolismo y busca de prosélitos que le promete que con devoción y amor todo se puede. Lo que creo es que se debe ser muy ingenuo y poco crítico para aceptar de buenas a primeras un poseedor de la verdad que asegura que con Ginko biloba, con Ganoderma lucidum o con Penca sábila se cura hasta el mal de ojo, equivale a creer en la piedra gamuza, en la usnea humana y en el aqua magnanimitatis o en el espíritu santo, los ufos y las momias de Nazca. El que lleva el amuleto intocable, el brazalete contra el mal de ojo y el escapulario de la virgen María no distingue entre una y otra cosa y la querida humanidad es, huelgo de repetirlo por enésima vez cuando n tiende a infinito, creyente, fanática y bastante estúpida y si les cayó, no me disculpo. Quien es capaz de creer en una cosa tan etérea como dios o en las malas energías o en que una droga lo lleva a un santuario especial, merece ser engañado por estos gurús de la fuerza interior. No he desglosado las tres preguntas del principio, pero seguro que aquí están las respuestas: tratan de esoterismos y pseudociencia, aunque la misma pseudociencia se sienta indignada, no tienen más utilidad que la que le reportan al gurú que se autoproclama mejor que todos en esa área y alguna que otra remisión por las bondades de la estadística, la fe ciega y el efecto placebo y hasta la euforia representada en la adrenalina de haber dado en el clavo y venden porque la gente ignorante abunda y la gente ignorante con abundantes deseos abunda aún más. Palabras de aliento y buenas costumbres encontramos en Kun Fu Tse y en Mao. Hermosuras hay en el Tao te Ching y en el Ramayana Puranha. La biblia, aun con su sarta de insensateces, trae deliciosos apuntes filosóficos. Eso no los hace libros fiables e infalibles ni fuentes de luz perpetua que no deben ser discutidos. Yo no quiero mencionar a los gurús actuales ni a sus obras, créanme que las he leído y, en serio, me han dado pena ajena. Lo mismo que quienes soportan su ideología de vida en estas máximas idealistas y los que repiten como bobitos la teoría que les enseñaron sin poner un ápice de duda en ellas. yo me aferro a la frase del mismísimo E. A. Poe: Cree en nada de lo que oyes y sólo en la mitad de lo que ves. Aunque ciertamente sólo es posible creer en lo que puede experimentarse, reproducirse y que arroje una estadística mayor al 60% de efectividad. ¿De lo que lee? Sométase a comprobación siempre.

PS: Puede que nadie esté de acuerdo conmigo, pero el Eclesiastés es una obra de arte a tener en cuenta y el relato apocalíptico de san Juan supera los mundos de Lovecraft, nunca la genialidad de Poe, pero algo es salvable y discutible.

PS 2: Dice el nunca bien ponderado David Lopera que cada libro de estos mencionados comienza por un regaño cantaletoso y una sesión de menosprecio por no haber ganado el primer millón, por tener un empleo tradicional o por la manera inaudita de manejar el dinero, luego hacen una lista fantástica de hombres que abandonaron la universidad, triunfaron y ahora muestran a otros cómo abandonar el conocimiento superior por un camino demostrado por unos cuantos, en especial el seguido por el autor de la obra maestra en sus manos. Dice además que estos autores, que hoy llaman también coach, son la mar de la exigencia en el positivismo que les prohíbe criticar nada o quejarse de algo y con ello cierran la puerta a la visión crítica tan necesaria para desprenderse de estos autoproclamados sabios. Dice además, para cerrar esta participación, que lo que cada gurú, coach, iluminado o líder pretenden es que sus seguidores sean bobitos felices y plantean que el fin último de la existencia para un hombre es tener dinero, con lo cual, mi caro amigo, no está de acuerdo.

PS 3: Soy ateo, materialista y propago la ciencia. Es lo que quisiera uno responderles, pero estos peripatéticos se creen con la ciencia de su lado. Citan estudios científicos y de universidades, al igual que estadísticas viciadas y referencias inexistentes o aumentadas. ¿Dónde habré visto el mismo modus operandi? ahh si, ¡en las religiones! 


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