domingo, 22 de diciembre de 2019

El niño y su personalidad

Hablar de los niños es una tarea muy difícil y quien hable mal de ellos comete sacrilegio y se somete a que le traten de insensible, apático, brutal y carnicero. Eso es como cuando decimos que el embarazo y posterior parto es una cosa desagradable por la cual no existe una razón para que las mujeres se dejen embarazar más de una vez. Esa bola de gases y deseos dura 9 meses: náuseas, vómitos, aumento excesivo de peso, deformación del cuerpo, estiramiento de la piel hasta romperla y apertura del canal de parto de unos centímetros hasta el tamaño de la cabeza de un bebe. Pujar y empujar son el pan de cada minuto y sufrir la ignominia de que todo médico y enfermera conozca sus intimidades y le vea con las piernas abiertas y untada de excremento y líquido sanguinolento y baboso. En muchos casos la dilatación rompe ─o lo rompe el médico─ el perineo para dar más cabida o más salida y luego el incesante llanto y los dolores post parto... los mordiscos en los pezones, la mastitis, la depresión post parto, el llanto, la crianza... Yo me sigo preguntando dónde una madre asegura que tener un hijo es lo más reconfortante del mundo y lo repiten... Esa experiencia traumática parece no importarles demasiado con tal de pasar genes a la siguiente generación y yo debo encargarme desde ese punto en adelante porque quiero hablar de lo malvados que son los niños, de lo infames y de lo dispersos... No voy a hablar de psicología ni de puericultura, sólo voy a referirme a la maldad innata de los niños, al egoísmo instintivo, a la tiranía básica y a la más escueta exposición de la verdad. Sin pasar por alto la pedantería y el irrespeto. Sí, los niños son malos y no quiero esgrimir la disculpa de que apenas están grabando su disco duro, porque en el fondo ese disco duro ya trae información. Un niño es el equivalente de un arma amartillada, su maldad es innata y les importa un plato lo que de ellos se diga. Su trato con los viejos es como si ellos fueran  únicos y los únicos ¿a qué darles ejemplos si todos los hemos vivido y sentido? "venga acá niña" "salude a su abuelo" "haga caso". Sus respuestas son claras y sin el prejuicio y la compostura de un adulto: "es que mi abuelo huele a viejo" "huele maluco" "huele a cigarrillo" "es muy feo" "está viejo"... Y hay que oírlos "ese señor se tiro un pedo" "tiene el culo cagado" "!gas¡ tiene un moco" y aún más crueles con los discapacitados: "tiene la nariz muy grande" "¿si tiene pies porque está en silla de ruedas?" "yo quiero un carrito de esos" "¿por qué no tiene las dos botas blancas iguales? "Ese niño es calvo y amarillo"... Ejemplos, por favor, sólo es que se acerquen a ellos. Los niños tienen la facilidad del llanto y en sus supuesta indefensión resultan más agresivos que vulnerables. ¿Qué hace un adulto cuando un niño al verlo, suelta el llanto? Solo con él o de él, lo calma con unas buenas nalgadas por chillón, pero ¿en medio de un gentío y de otro? pasar por malvado, feo y satánico. Los niños que lloran por todo y por nada son más malvados pues saben que se les está poniendo atención y el llanto avisa que han sido agredidos, pero ¿puede alguien medir el tamaño de la agresión de un roce, un acercamiento o un encuentro sin más valor que eso? El niño está seguro de sí y lo repite y es la mar de la envidia: "yo también toco guitarra" "yo sé hacer eso" "yo también tengo una de esas" "mi papá sabe hacer eso" "mi mama me va a comprar una" ─este truco lo conocen los vendedores ambulantes, las propagandas comerciales y el sabio capital─ "yo también sé hacer vueltas canelas". Se creen con experiencia y no es raro oír a un imberbe de 14 años diciendo que "hace tiempo no afilo" o "soy experto en..."   No más incluir al yo y después hablar mal de Freud. El niño es manipulador con fuerza y sabe qué fibras tocar en el adulto para obtener lo que quiera: la mirada, el llanto, la piel, el olor ─el lanugo, el kindchenschema, el vérnix caseoso─ los rasgos. Toda su actitud está programada para la manipulación y viene dotado de ese esquema infantil que tanto atrae al humano promedio y por el que se deja seducir. El niño es cruel y su crueldad deriva de un cierto estado de prepotencia en el que sólo existe "sí mismo" y en el que ha sido entrenado nada más nacer. Para el niño sólo existe sí mismo y es la mar del egoísmo en el que debe ser atendido por todos y él no tiene que atender a nadie. Es tan raro el niño que ofrece algo y tan común el niño que siempre está pidiendo. Su manera de defensa es la acusación: "Fulanito le pegó a Peranita" "me miró feo" "cogió el cuaderno" "no quiere trabajar" Son la fuente de la delación: "Sutano está comiendo" "Mengano le robó el lápiz"... El problema del niño es que de la niñez salta a la preadolescencia, un esquema aún más arrogante y apostillado  donde todos los que no comparten su hábitat son gordos, calvos, bizcos, feos, negros, flacuchentos, torcidos, bobos y seguro que si ojearan un diccionario o fueran capaces de memorizar algo diferente a los video juegos también serían mastuerzos, estoraques y cretinos; de allí a la madurez que es insoportable y donde empieza a buscar juicio sin mucha eficacia. La adolescencia es otro cuento cruel, donde cada ejemplar humano se cree ya apto para la pedancia y la refutación sin conocer la historia, los libros y la ciencia, para ellos todos son imperfectos, de nuevo todos son gordos, calvos, bizcos, gafufos, estirados, enanos, enclenques y todo lo que puedan observar en cuanto a lo físico, comparándolo con el espigado cuerpo de efebo que se desarrolla en ellos. De todas maneras lo que no encuentro coherente es que tanta gente quiera volver a ser niño o adolescente. José María decía que es una edad en la que no se tiene un pensamiento fuerte o una idea brillante y donde se está lleno de acné y de miedos; Fernando jura que es un simio parlante repetidor sin valor y Héctor Abad asegura que cada niño trae un software que le hace creer sin duda alguna en lo que le dicen sus padres, que en general son soberanas estupideces y voilá, tenemos al niño de todos los días: quejetas, pone quejas, gritón, exagerado, contestón, mimado, creyente en lo que no debe e incrédulo para la ciencia, aumentador de creencias, fastidioso, sucio, llorón, vulnerable, patán, abusivo... todo un dios en miniatura. Ah y el niño para con otro niño viene programado para el matoneo sin necesidad de que nadie se lo enseñe; no hay peor castigo que dejar niños con otros niños un poco más grandes: les roban el desayuno, se comen lo mejor que encuentran, les engañan con cualquier cosa, les quitan el dinero, los golpean, los amenazan, les tratan de niños y no los dejan jugar, se apropian de los juguetes del otro, si los dejan jugar son ellos quienes ponen las reglas o se inventan reglas inexistentes para sacar ventaja, los usan de mandaderos y siempre los tratarán como "los débiles" porque el niño es ventajoso, angurrioso, pedante, majadero, pesado, necio, antipático, incapaz de comprender los sentimientos del otro y hacer empatía... si señor, exactamente lo que pudiéramos decir de cualesquier asesino en serie, porque además, se mojan en la cama.

PS: Como pueden notar no es que los niños me caigan mal, es que la humanidad apesta y es la razón más simple para que nadie me trate. No le encuentro diversión al ser humano y todo me parece tonto y sin sentido... "!dios mío como odio a todo el mundo¡" (Kortatu).

PS 2: Los abusos que veo es de niños hacía niños, aunque el profesor es un bullyinista profesional amenazando con llamar acudientes, tareas y anotaciones en el cuaderno de disciplina, es casi siempre el mayorcito quien opaca al menorcito y es norma que se cumple:la ley de la selva.

PS 3: El derecho a la pedancia se otorga por el conocimiento y la crítica y reflexión sobre un determinado tema. ¿Qué puede decirme un adolescente ─o un niño─ de la ley o el poder, de la política o de la sabiduría?

PS 4: Si en alguna de estas descripciones usted vio reflejado a un adulto es porque ese adulto aún no ha crecido.

PS 5: Muchos añoran los años de niñez y juventud, yo recuerdo esos años con desprecio, no añoro regresar a la edad estúpida en la que creemos ser dueños del mundo sin saber lo que mundo es, donde levantamos la barbilla para contar como escapamos o nos movimos en un barrio de pillos, la edad en la que se contestaba por contestar y decir que nadie nos dominaba, y decíamos no quiero porque no y queríamos porque sí. La edad de las cofradías para demostrar nuestra individualidad. La edad del tumulto, del desorden, de la vanidad henchida sin motivo alguno, la pesada edad en la que habiendo aprendido el alfabeto y los números creemos conocer todas las palabras y decir googleplex o mirnonrep o número rayo como si supiéramos de qué se trata. Hoy la cosa no es distinta, pero al menos sabemos que todos somos esclavos de algo, que la patria y la religión son mentiras, que el estado manipula ideológicamente con la televisión, la radio y la educación pública y que no existe un puerto llamado libertad.

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