miércoles, 8 de julio de 2020

Juegos sin tocayo

A mí no me tienen que dar cuerda, soy automático y no tengo piñones que me salten porque la maquinaria me funciona a pleno. Hoy me dedico a pensar en las guerras de pulgares y en los más variados y surtidos nuevos deportes. No se trata de burlarse de la carrera de cargar esposas boca abajo y menos del campeonato de comer ajíes picantes o el de darse cachetadas de pie. Se trata de observar como han llegado tales esperpentos a convertirse en moda, influencia y tendencia. Me niego a pensar que no existe un detonante, y que bucear en lodo o darse baños helados o perseguir quesos no tiene mucho de ciencia y sí mucho de fanatismo insípido. En Anserma vi carreras de rodillos que eran vistas por cientos de espectadores, el premio no existe y sólo hay que dejarse llevar por una pendiente montado en un carrito precario con llantas hechas de rodamientos, aunque también bajan en triciclos y furgonetas caseras. Igual carrera se hace en Medellín bajando de Santa Helena y, además de que conlleva el riesgo, tienen la gritería y la admiración de la gente de ver el arrojo y la osadía de los participantes. La regla general es que si tiene "observadores" funciona, por lo que parece satisfacer el ego de los competidores y no dudo que exista la competencia de escupir más lejos, de comer "perros calientes" y de hacer "sapitos" con piedras planas en la superficie del agua. Existen circuitos de competencia de exhibición canina, camionetas monstruo, vehículos personalizados, car audio, lowriders y hoopers. No me extraña que el tiempo libre ─el ocio es la madre de todos los inventos─ y la desocupación se conviertan en una pasión para muchos y se desocupen inventando algo nuevo: "la exhibición de mocos" "el lustrado de bolas de estiércol" o "la carrera de obstáculos a un sólo pie". Debe estar uno muy desocupado para tratar de hacer un pastel de 15 toneladas o una salchicha de 200 metros o para tratar de escalar la torre Colpatria ascendiendo en bicicleta y dando tumbos en la llanta trasera o para correr sin descanso los 400 kilómetros que separan Bogotá de Medellín con el ánimo de obtener atención... nuestra civilización está enferma de reconocimiento y al parecer de eso se aprovechan los grandes inventores como en el libro de caras y los telegramas instantáneos. No dudo que el libro Guinness sea un aliciente para estos intrépidos buscadores de reconocimiento: más de tres días contando chistes, mas de tres horas sin dejar caer un balón de fútbol, la taza de café más grande... estrafalario, no hay duda. Romper récords es cada vez más difícil si no se inventa uno su propia categoría y para eso es que las redes se vuelven útiles y no me extrañaré más de las tonterías auspiciadas por grandes marcas, porque justamente es de donde salen los títulos estrafalarios que se adjudican estos pioneros: "congreso internacional de presentadoras de historias webcam"; "diplomado en manejo de información digital orientado a material XXX"; "sociedad de madres cabeza de familia en situación de trabajo social"; "feria de exhibición de portales para la atención de buscadores de aventuras sexuales digitales"; "ateneo logístico bartender 2020 versión XII" "club de enamorados de las tetas enormes"; "círculo internacional de jugadores profesionales de Calabozos y dragones"; "sociedad mística de aspiradores de coca"... En definitiva, sí, "hay gente para todo" y muchos resaltan sus títulos no nobiliarios y no universitarios como si valieran alguna cosa: "todero profesional"; "Gerente de aplicación de base"; CEO nacional de vendedores de antenitas tipo cigarro"; "sacerdote de la nueva ola en la torre fuerte con el grito más alto"; "profesor de artesanías con coco"; "maestro internacional de la sagrada familia"; "sablista". ¿Saben que me deja más aburrido todavía? es que en televisión todos buscan llenar el subtítulo con alguna cosa aunque sea inventada, los únicos personajes que se jactan de no tener títulos ─en nada─ son Martín de Francisco y Santiago Moure o se burlan de ello, aunque creo que uno de ellos es "pesimista letal" y el otro "Desastrólogo" y ambos "Marihuaneros profesionales" pero los noticieros y la farándula siempre están atentos a la filacteria de subtitulo que por lo general reza un título acorde, por lo demás inventado para dar pompa o resaltar la noticia: "salubrista", "virusista", "escapista" y "tatuista", "quarterback", "medio campista" "director técnico". Ahí no queda todo ese fluir de las cosas donde se inventan juegos nuevos y maravillosos ─salve la profesión que crea el juego─ que luego serán aceptados en las olimpiadas y admirados realmente por la gente del común que les dan hurras y rarrarrás. Realmente yo no he jugado nunca al golf, pero si me preguntan es un juego bien pendejo y si no me lo preguntan es lo mismo. Consiste en pegarle a una pelota el menor número posible de veces hasta meterla en un hoyo. El criquet es el mismo baseball y se me hace sospechosamente parecido al yeimi; el volleyball y el sepak takraw tienen el mismo objetivo con diferentes partes y el fuchi, técnicamente, es lo mismo. Hay gente que se inventa posiciones, que modifica sinceramente un juego ya existente o ponen de moda una versión de él; hay gente que se vanagloria de ser expertos en fumar bazuca o en armar baretos y algunos infelices llevan esas habilidades a nivel de federación, liga o confederación, se consiguen unos patrocinadores, puede ser los fabricantes de la pelota o los bastones o las charolas para recibir los mocos y listo el campeonato mundial de hazañosos.

PS: Las olimpiadas resaltaban habilidades útiles en la guerra: correr, saltar, arrojar; la precisión y la resistencia eran de vital importancia y no dudo que quien hace piruetas en un pogo saltarín debe tener resistencia, fuerza y habilidad. Mi dilema se encuentra en la prueba misma y no en sus efectos aunque no tengo idea que hará en la guerra el campeón de lanzar escupitajos y el pastelero más grande del mundo. Deben ser los encargados de empezarla.

PS 2: Entre parecidos y dinamismos yo no he podido saber la diferencia entre el rugby y el fútbol americano y créanme, no me interesa saberla. Lo parecido es lo que destaco y si yo invento un juego de fútbol donde difieren solamente el campo de juego, el número de jugadores o la posición en el campo ¿estoy inventando algo nuevo?

PS 3: Para que arda más, aún no me explico "la emoción del fútbol"; de abonarse a la taquilla para ir cada quince días con la novia; de emocionarse con un partido y de gritar "gol". Es en serio, se trata de 22 tipos de un lado para otro tras una esfera tratando de anotar "un tanto". Como deporte sea; como habilidad sea; como entrenamiento para la guerra... mmm; como para perder el tiempo mirándolo, nunca. La verdad es que cuando analizamos el "juego de la guerra" en "Evolucionismo puro" descubrí muchas similitudes y actitudes humanas con las animales de macho alfa, pero esta es mi columna de concepciones y no de descubrimientos. 

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