Muy a propósito de ese despropósito de libro que, en mi personal opinión, es una vil copia sin derechos de autor, de muchos koanes y cuentos populares, llevados a la fama por esos seguidores ineptos de la PNL y los discursos de superación personal, pero sólo para el título, porque no se les ha podido ocurrir una mejor opción que trasladarle la culpa de las muertes a los ciudadanos que padezcan de alguna enfermedad u obesidad. Dice la sabía mandataria que ahora es pico y gordura, pico y presión, pico y fumadores, pico y tomatragos, pico y cáncer y pico y matoneo. Tras decretar el quinto mes de encierro, se lavan las manos con las libertades individuales de hacer lo que a bien nos de la gana con nuestro cuerpo. Yo me declaro en desacato, métanse sus cuidados por el fundamento que yo no voté por ustedes y no me veo en la obligación de acatarles las rabietas, no les he pedido que me protejan, no llamo a sus esbirros policiales para que me libren de males, no espero amparo de sus arcas que a duras penas les alcanzan para llenarse sus bolsillos y no creo vivir lo suficiente para verlos decretar realmente a favor de los necesitados y en contra de sus detentores, léase las familias dueñas del poder. Soy completamente libre de llenarme de grasa, de matar mis pulmones y de atiborrarme hasta la amnesia con agrios licores y alcohol de farmacia. Si fuese hembra, libre sería de repartirlo por plata o por placer y no le pediría permiso a ningún imbécil para practicarme un aborto y evitarle estos displaceres a un ser nuevo. Ya sabía yo que la policía no ayuda a nadie y que sus "normas estrictas" sólo se aplican a quienes no pueden cubrir su cuota de inflexión. Bien sabido lo tengo yo que ningún político pretende más que el bien de sus bolsillos. Claro lo he tenido cómo V. V. Que "la hipocresía es el lazo que une a los hombres en sociedad y que el día que la franqueza impere nos hemos de destruir los unos a los otros como los soldados de Pathmos". Canté el final del extranjero porque lo sentí "espero que el día de mi muerte hayan muchos espectadores que me reciban con gritos de odio" y como en la peste añoro que "dios mande a morir sus ratas a una ciudad dichosa como la vuestra" y que no muráis, sino que sufráis profundamente. Me rebelo y me revelo que vuestros mandatos me tienen sin efecto y vuestras cárceles no pueden sino encerrarme, jamás silenciarme, pero desvarío, ¿Por qué no habría de callarme, si quienes escuchan bajan la cabeza y toman el camino del embudo del matadero? No veo la necesidad de alargar más este insermo.
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