Solemos tratar de minimizar el mundo con historias simples de las clases humanas y está analogía es bastante común, sobre todo entre pastores, aunque no dudo que caperucita roja también la contara. Las ovejas son muchas y son los resignados y los que se dejan arrebatar y congregar en el aprisco. Son la inmensa mayoría y el común de los mortales, por no decir que todos a nuestra manera, somos ovejas —podrá sonar asqueroso, pero así es— de algún maldito rebaño. Los lobos son fáciles de reconocer. Son los que se comen a Caperucita y a la abuela y, en jauría, son los más machos entre todos, persiguen, asaltan y se adueñan de lo que no les pertenece. También cada uno de nosotros tiene algo de lobo y no es de dudar que esa imposición de lobo, la apliquemos con las ovejitas que se nos acercan. Los matones de colegio y los pillos de barrio que pertenecen a un rebaño, usan la máscara del lobo para atemorizar infantes y cobrar vacunas. El pastor es parte de esta terna, triunvira que hace resaltar las clases humanas y son los que juzgan a lobos y ovejas, son los que arrean al matadero y los que imponen esos cantos de rebaño tan aberrantes: beeee, beeee, beeee. No me asombra que el pastor se sienta salvador y que sea una analogía religiosa extrema para referirse al pastor de hombres ─léase ovejas─ que se considera sumum de la moral y palabra de orden de la cristiandad. Forma simple de resumir la humanidad que no se acomoda ni ─de ninguna manera ofendo a los lobos como especie─ encaja perfectamente en este valle de lágrimas donde abundan las ratas y las cucarachas que son otros tantos tipos de ovejas, al igual que las sanguijuelas, niguas y chinches. Aparte de lobos hay leones que tienen odaliscas y duermen todo el día y jaurías completas de lobos, lobos solitarios e hijos de lobos que no quieren estar en esa manada. Hay tigres e hipopótamos, varanos, dragones de Komodo y lagartijas rastreras. Entre pastores hay dirigentes, políticos y titiriteros, pastores tigre y pastores lobo, como pastores rebaño ─todos─ que se dejan arrastrar con el rebaño que arrean y pastores templo cuyas disertaciones son infalibles. Abunda el pastor sátiro y el pastor billete, el pastor trampa y el perro pastor. La oveja contará su historia de resignación y andará por el mundo con la complicidad de arrojar la culpa de su perdición al pastor que le guiaba pues ¿De qué tiene culpa el rebaño? sólo de serlo. El lobo contará su hazaña de ser libre y lobo rapaz y, seguramente, todo el que cuente su historia de lobo pretenderá ser el alfa de la manada imaginaria que pastoriza. El pastor siempre se ha creído su misión de evangelizador y dirigente de una clase que no puede gobernarse a sí misma y como idiotas les trata al señalar con el dedo donde deben pastar y a que santo balarle y seguramente estará feliz de contar cuantas ovejas ha conseguido para el rebaño y cuyo perro ha sido para ello. Por eso me aterran los seguidores ovejas y por eso rehuyo ser pastor de nada ─renuncio a doblar la cabeza ante un fetiche y a enseñar ateísmos... me libero a mí mismo─ y trato por todo medio de derrumbar esperanzas y ofrecer mi pesimismo todo. Vean pues lo que surge de hablar de lobos, pastores y ovejas, manera simplista de agrupar la humanidad que es opípara en especies y en soluciones de vasallos, esclavos, parásitos, tiranos y titiriteros.
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