Me ponen en un aprieto pues me piden que responda ¿qué soy? ¿qué hago' y ¿cómo impacto? Yo me quedo sin que responder, porque siendo un espacio profesoral, debo responder como quieren que responda y no como deseo responder que es lo que quiero o, finalmente, como debo responder, que es a lo que invita la ética y el deber. Dejemos claro que ya las preguntas son un verdadero matadero de cabeza para los filósofos y que, ya había contado yo el dilema de estar tocando una puerta cuando escuché desde adentro ¿Quién es? y debí abandonar por no saber quien era yo. También he puesto de manifiesto que cuando hacen estas preguntas basta con responder simplemente lo primero que se te venga a la cabeza pues ellos no estan siendo sino superficiales y llenando espacios "de trabajo" y no hay que descogotarse para responder. Ahora, la primera forma de responder es la del canon impuesto o que me enseñaron o en el que me basta con seguir a cualquiera que responda: Soy un transformador, un líder, una gran persona que se proyecta a una comunidad o tal vez deba decir que soy lo que hago y lo que pienso, por lo menos que el soy debe ser función de lo que una persona hace -y no me refiero a su trabajo- y piensa, que es lo que quiero o termino diciendo mi deber: que soy un huraño, apático y egoísta como cada uno de los que me preguntan y enseñan. Lo que me deja con un segundo aprieto que es función de quién y qué soy y ¿qué soy? un hombre con una máscara -literal y- retóricamente hablando. Frente a lo que hago es lo mismo, quieren que sea obsequioso y adulador y así debo responder que lo que hago es representar el gran papel de educador y el papel de gran líder que me corresponde, pero debo decir que soy el primer principio del Tao, el wu wei, no sólo porque creo en la ley de pereza universal, sino por la desidia de pertenecer al gran y apabullante grupo transformador, que es lo que quiero decir. Igual mi deber me lleva a expresar que a duras penas hago lo que todos: sobrevivir y tratar de soportar el miasma -no es la razón de la máscara- de las multitudes por virtud de la teoría Dawkiniana del egoísmo génico. Al final queda el mismo problema con la tercera cuestión, tiene tres -y tal vez más- formas de responder: como quieren que les responda, como quiero responderles y como debo responderles. Siguiendo el camino les mostraría como los párvulos ahora ven la vía trazada -la del líder transformador- y como el impacto les ha hecho una réplica voraz de mí mismo y luchan por salir a la palestra y ser los nuevos lideres. Yo quiero responder que el impacto del no hacer nada es tan fuerte que nadie hace nada y el impacto está dado sin nada hacer, pero mi deber, maldito deber que no tolera ateos, mi sagrado deber es revelar que no existe tal impacto, que la humanidad es borrego y que no puede dirigírseles por caminos elevados a la cima del triunfo porque nacieron en el tercer mundo, un mundo que creció sometido y que no hay forma de luchar contra el formateo cerebral que día a día les hacen las redes sociales, los moldes sociales -aquí se lee el bar, el tatuaje, la música de moda, la emisora, la misma escuela que tara por 100 enseñando sólo los modelos aceptados por el poder y la historia que el poder avala- con el beneplácito de sus padres y educadores.
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