A la altura de Irlanda estuve con Frank Mc Court y "Las cenizas de Ángela" en el que descubrí que los países somos hermanos en cuestión de vivencias, de padres alcohólicos y madres tarugas que tienen hijos a discreción y los someten a una vida de pesares. Seguí divertido en Londres al señor Holmes y el señor Watson y a sus deducciones en "el tren especial desaparecido" ─aquí aún no aparece Holmes─ "Estudio en escarlata" y "el sabueso de los Baskerville" destruido el sueño por Pierre Bayard en "El caso del perro de los Baskerville"; "el signo de los cuatro" "Escándalo en Bohemía" o "La liga de los pelirrojos" de sir Arthur Conan Doyle. También seguí las deducciones de la adorable señora Marple de Agataha Christie en sus "Trece problemas" y al increíble Hércules Poirot ─Puaró─ de ella misma en "Asesinato en Mesopotamía" "Muerte en el Nilo" y "Telón" y claro que cerré ─por ahora─ a los investigadores portentosos con William Faulkner y Stevens encontrando el "Humo"... Magistral. De Colombia y de su idiosincrasia aprendí mucho leyendo "Cien años de soledad" y fui el coqueto de Florentino Ariza persiguiendo los amores de Fermina en un barco con permiso de estupro con bandera amarilla en "El amor en los tiempos del cólera" y fui asesinado por los hermanos vicario en "Crónica de una muerte anunciada" y tuve 80 años para celebrar con una dama virgen en "Memorias de mis putas tristes", Estuve desocupado y al borde del abismo en "El coronel no tiene quien le escriba" y seguí cada paso y cuento de "Los funerales de la mama grande" y claro que ocupé el puesto de la cándida en "La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada" aunque a veces me pregunto si no fui más bien la abuela. Con Salom Becerra visité la colonia y la conquista porque en sus libros pude hallar la realidad hipócrita del bipartidismo colombiano: "Un tal Bernabe Bernal" "Al pueblo nunca le toca" "El delfin" "Don Simeón Torrente ha dejado de deber" lecciones de historia si me lo permiten y aunque no lo hagan. En Irwin Wallace no hallé más que la capacidad de verborrea y la audacia de un autor entrenado en la narración, sus libros llenos de especulaciones y de buena narrativa, son una entretención sin fin, pero no me representé en sus personajes, seguro viví fuertemente la idiotez de 4 adultos que se portan como niñas de primaria al secuestrar a una actriz y violarla en "The Fan club" o todo el desborde sociológico y etnológico de "La isla de las tres sirenas" o la enervante defensa de un libro erótico en "Los siete minutos" y la locura ─ya explotada en las películas de Bond─ de dominar al mundo con la noticia, e incluso provocarlas para mantener informado de "El todopoderoso" y como no, la impertinencia de un escrito que puede hundir el mundo libre en "El documento R" y la maquiavélica historia de un Hitler vivo después de su muerte ─tontas teorías de conspiración que inspiran a más conspiradores─ en "El séptimo secreto". Igual de soso, aunque con él visité las plantaciones de azúcar de La Habana y reconocí al ñañigo y a las religiones habaneras, con él y con Alejo Carpentier, que tuvo el valor de contar al revés en "Guerra del tiempo" y como cuenta la tribu de Menegildo Cue y sus pesares en "Ecue yamba o" pero ni siquiera me sobrecogió cuando contó la historia de un dictador que termina sus días en Francia como todos los buenos hombres latinoamericanos en "El recurso del método". No dudo de la simetría de las cosas y para emparejar debería mencionar a German Castro Caycedo, del que debo disculparme, pero ninguno de sus libros es un espejo: "Colombia amarga" resulta ser una simple proyección de la verdad, pero me parece terriblemente mal contada y "El hueco" novela y todo, no se aparta de ser reportajes mal empatados y la misma "candelaria" es un intento por contar burdamente la historia de nuestros capos y sus hazañas. Por contraposición y aunque no quiera para nada a su autor que se ha hecho querer y tener lástima sin ser, ni por enfado la proyección de su padre, se encuentra Héctor Abad Faciolince que cuenta magistralmente desde tres puntos de vista la historia de la finca "La oculta" hasta verla convertida en club campestre. La triste narración de la muerte de su padre con hechos periodísticos e históricos en "El olvido que seremos" y los resúmenes de amor de Susana y Rodrigo avalados por moldes de yeso en "Fragmentos de amor furtivo" o la búsqueda insaciable del autor de un poema de un papel encontrado en el bolsillo de la chaqueta de su padre al ser asesinado y su vida en Francia como auto exiliado en "Traiciones de la memoria" son relatos fantásticamente bien logrados. Me encantaría dedicar este espacio a Mario mendoza, pero apenas he leído "Satanás" versión libre del asesino de Pozzeto y "La meláncolia de los feos" que retrata algún resquicio de su vida, pero revisando tiene mucha escritura que espero no sea sólo afán de llenar; de seguro aprenderé algo. Pero dejando de lado a esos incontinentes de la palabra, fui el "Drácula" de Abraham Stoker y me sentí amenazado y perseguido y fui el "Frankenstein" de Mary Shelley para sentirme disfuncional en un cuerpo hecho de retazos, pero también fui "Alexandro" el grande y conquisté Asia con Valerio Massimo Manfredi y el Che porque habité su diario y "Don Juan Tenorio" propinador de injurias y bandolero de amores con Juan Zorrilla; y Óscar Matzerath interesado sólo en el poder de mi tambor gracias a Gunter Grass; hasta fui Henri Charriere escribiendo "Papillón". Me convertí en Oriana Fallaci y viví a pleno las entrevistas con Henry kissinger, Golda Meier, Indira Ghandi o Yasser Arafat y baste el viaje por hoy.
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